Por alguna razón los hijos e hijas llegan a nuestras vidas y no tenemos un manual de estudios especiales que nos enseñe cómo criarlos, más bien en la mayoría de los casos nos guiamos por el patrón de referencia que aprendimos por imitación, de los padres y relacionados.
A su llegada nuestro compromiso se multiplica, porque queremos que sean más de lo que somos nosotros. Vivirán otros tiempos.
El vicio de sobreprotegerles amenaza más allá de cuidar, querer y educarlos para que sean ellos, independientes, sobrios, preparados para tomar sus propias decisiones y trillar el camino que desean seguir en busca de sus sueños e intereses.
Poco a poco aprendemos que en el camino y mientras crecen sus intereses cambian. La vida tiene normas simples, que respetándola facilitan crecer y desarrollarnos juntos. Así el aprendizaje entra por diferentes líneas: Primero, como paradoja o contraste de ideas, en ese choque inexplicable. Cuando uno no está de acuerdo con algo y saca una lección de crecimiento.
Segundo; como aptitud o disposición para accionar sobre algo y la tercera regla es el cambio o capacidad para desaprender y romper esquemas dándole paso a lo nuevo. Para que los amantes del buen cine disfruten este tema desde una arista entretenida, les recomiendo ver la película “El Guerrero Pacifico”.
Nadie sabe qué sucederá mañana con nuestros hijos pero si sembramos buena crianza, esto operará como un depósito bancario a nuestra cuenta, que para caer en la indigencia primero hay que derrocharlo. Muchas confusiones pueden generar los estilos de relación paterno-materna hacia los hijos pues encierra sentimientos, tiempo de calidad, dedicación y tacto. Lo económico es fundamental pues la vocación de ahorro o consumismo es aprendida, la mayoría de las veces de nosotros como padres. Les llegará el momentos de tomar sus propias decisiones y debemos estar preparados mentalmente para dejarlos volar.
En cuanto a la aptitud, cada ser humano tiene talento y capacidades propias para desarrollar su inteligencia, manejar la forma de hacer frente a una situación, es determinante, nuestro papel en la toma de sus decisiones debe ser juicioso y comedido, esto puede definir el lazo familiar, por eso debemos ser muy cuidadosos. La vida está definida por las decisiones trascendentales que obligatoriamente hay que tomar en el trayecto, la mayoría de ellas a temprana edad, nos guste o no hay que limitarse dar consejos y orientar.
Llegan los cambios, los hijos crecen y todo será diferente. Se comunican más con los amigos y se entregan a sus asuntos personales, educativos, de trabajo. Se enamoran y cuenta más su relación con nuevas expectativas, que la familiar. Esto lo sabemos porque lo vivimos, lo analizamos porque lo sufrimos y lo comentamos con seriedad porque tenemos la responsabilidad de cumplir socialmente con nuestro aporte en la formación colectiva.
Tres reglas sencillas de grandes alcances:
- Criarlos con amor y enseñarles a tener respeto por la vida y por los demás.
- Vivir con pasión y poner amor por lo que ellos hacen.
- Ser independientes en sus decisiones y medir consecuencias.
Muchas veces queremos vivir la vida de nuestros hijos, esto no ayuda, esa sobre protección para inducirle decisiones detrás de evitar dolor, sufrimiento y los inevitables fracasos, nada aporta. Cometer errores es de humanos, vamos a fallar en algún momento, de eso se aprende.
No hay crecimiento sin dolor y el éxito siempre estuvo precedido de tropiezos y hasta de fracasos, que fueron lecciones de vida, esto da la autoridad moral que muchos padres ejercen sobre sus hijos y hasta sobre relacionados, que es también una forma de hacer ciudadanía responsable, una buena manera de aportar nuestra cuota de servicio, para que tengamos un mejor país.
Crecemos cuando entendemos que nuestros hijos/as son los dueños de sus decisiones.