Don Jaime Suro fue un puertorriqueño radicado en La Vega, donde formó familia al contraer matrimonio con una hija del escritor y educador Federico García Godoy.
Amante de la cultura como todos sus familiares, don Jaime bautizó a sus dos hijos con los nombres de Darío (en honor del poeta nicaragüense Rubén Darío) y Rubens (en honor del pintor flamenco Pedro Pablo Rubens). Pero la vida le jugó una curiosa ironía, pues Darío salió pintor y Rubens salió poeta. Ambos muy buenos, cada uno en su especialidad.
Tuve el privilegio de tratarles en vida con admiración, respeto y cariño entrañables, a pesar de que ellos me precedieron generacionalmente.
Los hermanos Suro fueron verdaderos maestros en sus respectivas áreas. Rubens fue uno de los principales integrantes de la sociedad artístico-literaria Los Nuevos, que dejó honda huella en la historia de las letras dominicanas. De su vasta obra merecen citarse los poemas “Rabiaca del haitiano que espanta mosquitos”, “Monólogo del negro con novia”, “Soneto de yodo y sal” y muchos más.
En cuanto a Darío, fue, sin discusión, uno de los pintores más completos no solamente de nuestro país, sino también a nivel internacional, sin menoscabo de sus brillantes dotes como crítico, escritor y diplomático.
La Vega puede sentirse orgullosa de haber parido esas dos lumbreras del parnaso dominicano, que a través de sus obras estarán siempre presentes entre nosotros.