La única vez que una potencia europea atacó los Estados Unidos desde su independencia, de la cual se conmemora hoy su 248 aniversario, fue durante la guerra de 1812, provocada porque los americanos pretendían cogerse un pedazo de Canadá, colonia de Inglaterra.
Los ingleses pegaron candela a la Casa Blanca y les recordaron a sus ex súbditos que los imperios no toleran provocaciones sin consecuencias.
Esa guerra terminó dizque empatada, sin ganador ni vencido en el campo de batalla, por el tratado de Ghent de 1814. La historia confirma que se impuso políticamente Inglaterra. Mucha agua ha caído desde entonces.
Los americanos usualmente guerrean contra países pequeños o débiles. En las guerras mundiales pelearon como reacción a ataques de Alemania en Europa o Japón en Pearl Harbor.
Pese a todas sus virtudes como naciones democráticas, híper desarrolladas y admiradas según demuestran los flujos migratorios, Estados Unidos y el Reino Unido son quizás los dos países que más han iniciado guerras, intervenciones militares o políticas y golpes de Estado.
Al borde de una tercera guerra mundial, hoy su liderazgo lo disputan un hombre bueno pero senil y un delincuente convicto. Vale felicitarlos, pero también pienso ¡nos fuñimos! Roma no superó los desmanes de Calígula, Nerón, Caracalla y Heliogábalo.