Durante la última burbuja especulativa que afectó a la economía mundial, el arroz subió 127 %, el trigo 136 %, el maíz 125% y la soya 107 %.
Semejante escalada de precios provocó fuertes tensiones sociales y manifestaciones violentas de multitudes que reclamaban una vida justa en África Occidental, Bangladesh, Haití, Egipto y las Filipinas. Para finales del 2008 había cien millones de nuevos hambrientos.
Como dijera en Francia el entonces presidente Sarkozy, en Chicago se vendieron productos derivados que representaban 46 veces la producción anual de trigo y 24 veces la de maíz durante el 2008 en los EE. UU.
El grueso de dichas transacciones es realizado por agentes que ni producen ni consumen las mercancías negociadas: los fondos de cobertura (“hedge funds”), cuya excesiva liquidez alimenta descontroladamente los mercados mediante compras y ventas ocultas en los mercados de futuros “exentos” y “over the counter”.
Los “hedge funds” son fuente de volatilidad y riesgo sistémico para todos los países, al inflar los precios por encima de lo que se justificaría por el libre juego de la oferta y la demanda.
Con ello distorsionan el rol de los mercados de futuros, los cuales históricamente aportaron certidumbre y transparencia para compradores y vendedores.
Mientras los cínicos de siempre se ciernen como buitres sobre los fondos de pensiones, pilar de la estabilidad macroeconómica dominicana, ninguno dice nada sobre los “hedge funds”.
Como si su funcionamiento fuera foco de atención en otro planeta y no en este, en el que la seguridad alimentaria seguirá siendo inalcanzable sin estabilidad de precios.
La crisis de 2007-2008 podría repetirse al carecer todavía de mecanismos regulatorios, sin exclusiones, que aseguren la transparencia de los mercados de futuros, contabilizando y liquidando todas sus transacciones para minimizar la especulación.
Pese a los intentos regulatorios del 2011, los “hedge funds” siguieron acumulando poder económico, incidiendo sobre la política de países hasta entonces ejemplares.
Financiaron políticos de pacotilla para fabricar una agenda antieuropea, forzando a los partidos tradicionales a asumirla, so pena de ser suplantados por movimientos de corte nacionalista.
Un resultado de su poder desmedido sobre la política fue el Brexit, escapándose así de las regulaciones europeas que se habrían aplicado a los paraísos fiscales donde depositan sus ganancias.
Su beneficio particular perjudicó el interés general por un aparato productivo conectado a las cadenas de suministro construidas durante 40 años de mercado único, dejándolo sin el acceso libre que tenía a la UE.
Más recientemente, promovieron reducciones de impuestos justo cuando la guerra en Ucrania disparó los costos energéticos. Amortiguarlos temporalmente demanda nuevos subsidios.
El previsible aumento del déficit fiscal sólo podría financiarse aumentando la deuda pública, comportamiento irresponsable en opinión de los inversionistas conservadores que compran bonos del Tesoro como inversión segura.
El desplome de los bonos y divisas fue inmediato, para beneficio de los “hedge funds”, celebrándolo luego con champaña, como reportara el “Sunday Times” del 2.10.2022.
¿Qué más tiene que pasar para regular rigurosamente el rol de los “hedge funds”, cuyo poder descontrolado todo lo ha distorsionado?