En el transcurrir del presente año 2020 a escala global se ha tenido una convivencia hostil como resultado de la pandemia más horrible que ha conocido la humanidad en los últimos 100 años, post Primera Guerra Mundial, se trata del COVID-19.
Esto así porque la misma ha provocado el cierre temporal, y casi total, de la generalidad de las actividades económicas, situación derivada de las restricciones implementadas por el confinamiento orientadas a paralizar la propagación del virus, por tanto, mitigar las pérdidas de vidas humanas.
Para el caso de la República Dominicana, la situación mundial no fue algo diferente ya que los efectos de la crisis sanitaria provocaron una interrupción en el patrón de comportamiento de la economía, expresada en una brusca desaceleración en su ritmo de crecimiento.
La inesperada crisis sanitaria originada por el COVID-19 ha transformado de forma radical la emprendedora realidad económica, la existencia social, política y cultural de la nación.
Para que se tenga una ligera idea de los efectos y consecuencias negativas de la crisis sanitaria, y su transformación en una crisis económica, solo hay que observar las cifras oficiales que reflejaban, según el IMAE del Banco Central, que la economía había registrado un desempeño en su crecimiento interanual de 4.7% para el mes de enero de 2020. Transcurrido casi diez meses del año, y siete con la presencia del Covid-19, el FMI ha proyectado una recesión por el orden de -5,9%, evidenciándose así los efectos adversos en la economía doméstica y las incidencias del entorno internacional.
No cabe dudas de que el pasar del año 2020 el contexto de la economía dominicana ha estado cubierto de nubarrones grises y de alta incertidumbre, lo que se ha traducido en unas expectativas negativas, dada la combinación de las crisis sanitaria y económica. Por igual, las actividades económicas han enfrentado la más grande desaceleración y frenazo de las últimas cinco décadas, en particular el pujante sector turístico que literalmente se ha paralizado sus diferentes manifestaciones, mientras que los demás sectores redujeron su dinamismo o fueron paralizados y cuyo impacto directo ha sido la pérdida de un considerable volumen de empleo.
A la Luz de la razón, la estructura funcional de la actividad económica se comprimió de una manera drástica, empujando al desamparo casi total de la mano de obra que ha pasado a depender en una alta proporción del asistencialismo gubernamental, fruto de las medidas atenuantes en lo relativo a lo laboral y social. Sin embargo, el plazo de vencimiento del asistencialismo se enfrenta a su fase final acompañado de un agotamiento financiero del gobierno que cada vez sufre sus restricciones en sus fuentes de ingresos y su interés de reducir el coeficiente del déficit presupuestario que lo intranquiliza, algo que en el buen juicio económico no es aconsejable.
Todo parece indicar que el blindaje de la economía dominicana se fue debilitando desde que el Covid-19 atacó de manera despiadada al territorio nacional ya que en los dos primero meses de pandemia, la contracción económica se expresó en un 29,8% en el Mes abril, al relacionarlo con igual mes de 2019.
Los efectos adversos del Covid-19 gravitaron de una manera implacable sobre la economía dominicana al observarse que la dinámica de los hoteles, bares y restaurantes sufrió un derrumbe de un 34,1%, la construcción una desaceleración por el orden de un 24,5% y la minería 11,4%, de acuerdo con las cifras del Banco Central.
El Covid-19 estremeció a la economía dominicana desde el primer cuatrimestre del año 2020 cuando ya se tenía la confirmación de que el PIB sufrió una contracción histórica de un 7,5%. Los efectos económicos de la crisis sanitaria han sido más relevantes en las medidas de que este fenómeno registraba mayor propagación en todo el territorio nacional, lo que permitió reconocer que el alto grado de endeudamiento con el que el país entró a la crisis sanitaria se ha convertido en un gran obstáculo que estremece las finanzas públicas y la disponibilidad de recursos financieros.
Los efectos que ha tenido la crisis sanitaria en la economía dominicana se expresan de manera contundentes en la pérdida de empleo e ingreso de la población, en consecuencias, una sensible pérdida en el poder adquisitivo.
En síntesis, el horizonte de la economía dominicana luce fastidioso fruto de la existencia de una situación de precariedades con los ingresos de divisas, expansión del desempleo, caída de las recaudaciones, incremento de las actividades informales, por lo que el Covid-19 no ha dado espacio para que se hayan ejecutado medidas efectivas para la superación de la crisis, razón por la cual estamos ante una ralentización económica perturbadora y sin una precisión de su finalización.