Muchos asociamos nuestro transitar por la vida con subir una escalera. Cada peldaño es un éxito, un logro o un avance.

Aunque esta analogía pudiera no estar relacionada a lo rápido que la subimos y bajamos en el día a día, por lo general, pensamos que cada escalón es una etapa superada, una alegría o una meta alcanzada… y pensarlo de esta manera nos da cierta sensación de control y felicidad.

Hay escaleras entre escaleras y peldaños entre peldaños. Hay escaleras difíciles o fáciles de subir, dependerá del tipo de personas que seas, de tus aspiraciones, realidad y entorno familiar y social.

En nuestra escalada tendremos lo que llamamos “opciones”. Podemos elegir. Así es, tenemos la potestad de escoger ir peldaño a peldaño o subir por el ascensor. Cada elección tiene su encanto, sus costos y logros.

Sin importar si es escalera o ascensor, siempre tendremos “descansos” en la subida, esos espacios de tiempo que nos permiten respirar, evaluar y recargar las pilas. Todos necesitamos detenernos, ya sea para tomar aire y seguir la escalada o para replantearnos el trayecto, refrescar nuestras motivaciones o encauzar la meta.

Muchos se toman muy “a pecho” lograr lo que se han propuesto, tanto que no prestan atención a las señales que “gritan voz en cuello” que el deseo o, tal vez, la misma meta no es lo que realmente se quiere, en buen dominicano “no es lo tuyo”.

Para eso están diseñados los descansos en las escaleras, para evaluar lo logrado, tomar aire y mirar sin apasionamientos lo que se ha alcanzado y lo que no.

Desistir de un objetivo no es fracasar si es para encausar el trayecto. Darnos el permiso de aceptar que nos podemos equivocar es señal de fortaleza cuando esta aceptación hace que nos enfoquemos en lo que realmente queremos y nos hace sentir plenos y felices.

Utiliza los descansos de tu escalera para asegurarte que vas por el buen camino hacia lo que quieres lograr.