El Día de los Clubes (9 de octubre) encontró ayer a los tradicionales clubes deportivos y culturales enfrascados en otra lucha titánica.
En los años 60, 70, 80 la misión de los clubes era contra la inequidad social y era una forma de incursionar en la política a través del deporte, el teatro, la música y la lectura, principalmente.
Hoy la batalla es contra todo tipo de flagelo social que con sus tentáculos (delincuencia, corrupción, criminalidad, droga, desigualdad) ha invadido los barrios teniendo como cómplice la irresponsabilidad de las políticas públicas.
Es un pleito desigual. Ayer el ministro de Deportes, Danilo Díaz, clubista de origen, se reunió por más de cinco horas con decenas de clubes en el Pabellón Ricardo Arias y allí escuchó a Roberto Ramírez, Nelly Manuel y decenas de dirigentes que resaltaban las necesidades de los clubes. ¡Todas!.
Me extrañó la ausencia de Luis Mejía Oviedo, supongo que con excusa justificada, tratándose de que los clubes son base esencial de la pirámide olímpica.
Unos cuantos clubes han podido continuar esa lucha desigual y entre otros escojo a Mauricio Báez como modelo.
Aunque sé que sucede lo mismo en todos los sectores, permítanme decir que en el ensanche Ozama han desaparecido colegios como el Onésimo Jiménez, San Luis, Santa Martha, Santa Elena, Renacimiento, Cervantes, entre otros, que han sido sustituidos por bares, spa, centros de uñas, drinks, etc. ¿Estamos a tiempo de rescatar los clubes? Parece que se hace tarde.