MANAGUA, Nicaragua. Ha estado lloviendo intensamente en los últimos días en la ciudad. Los aguaceros poseen en este país apacible un vigor asombroso. El verdor de la naturaleza se manifiesta con singular belleza por doquier. Miles de avecillas cantan y juegan. La diversidad de colores lo transfiguran en un ámbito maravilloso.
Con sobrada frecuencia me quedo absorto mirando tanto los amaneceres como los atardeceres. La suma de colores, el suave azul del cielo, el amarillo oro de tantos matices que deja tras de sí el arribo o la despedida del sol, resultan sencillamente indescriptibles en toda su riqueza.
No dejo de pensar ni de sentir. Cierro los ojos y contemplo esa estela dorada que elabora el brillo distante de la luna sobre el mar Caribe en Santo Domingo. Las palmeras del malecón, los almendros y las matas de uva de playa del acantilado, las olas que mueren contra el infinito muro de piedra.
A mi mente asoman nuestra flora y nuestra fauna maltratadas por los depredadores criollos y del vecino país. Ríos desfallecientes y contaminados, arroyos y arroyuelos que desaparecen cada día. Es un mal que también se enfrenta.
Como es la noticia de estos momentos, reflexiono en Haití y el asesinato de su presidente y una amarga tristeza me invade. No solo por las reiteradas dificultades que enfrenta ese pueblo, sino también por los peligros y amenazas que se ciernen sobre la República Dominicana.
Como hijos de la Patria de Duarte, hemos padecido dificultades innombrables a lo largo de toda nuestra historia. Aún sigue latente y nos avergüenza la experiencia reciente de los últimos gobiernos (2012-2020). El saqueo y la depredación inmisericorde de las arcas públicas.
De haberse administrado adecuadamente, República Dominicana podría ser un país con escasas dificultades. Es terrible el estado de cosas que han enfrentado el pueblo dominicano, el presidente Abinader y su equipo de gobierno.
Es alentador saber que, gradualmente, se están dando pasos firmes hacia la normalización. Una evidencia mayúscula es la recuperación del turismo, cuyas cifras subieron de 205 mil visitantes en enero a 468 mil en junio.
De la población, un sustancial porcentaje ya ha sido vacunado, los restantes esperan por la segunda y tercera dosis a fin de reducir los daños de una pandemia que ha provocado muertes, desequilibrios y sufrimientos desmedidos.
Las zonas francas dan muestras de una vitalidad considerable. El vital sector de la Salud inicia su recuperación tras el mandato presidencial declarando de alto interés nacional su reforma y modernización. La agricultura, la industria y el comercio dan pasos firmes. El servicio exterior y los dominicanos ausentes muestran un nivel de actividad, coherencia y participación nunca vistos.
La justicia hace su trabajo y cualquier asomo de corrupción o dispendio no importa que pertenezcan al gobierno actual es objeto de investigación o de destitución. Se juzga con apego a la ley a quienes incurrieron en graves delitos y escandaloso dispendio de los recursos del Estado durante el gobierno anterior.
Pese a que no se publica, es evidente que se han reducido sustancialmente los feminicidios y suicidios. Ya no son frecuentes, como en tiempo atrás, las noticias de personas que desaparecen o el descubrimiento de cadáveres en zonas aisladas.
Salimos y saldremos a camino. Hay que mantener en alto la esperanza y esforzarnos hasta donde nuestras capacidades lo permitan para dejar de lado dificultades y problemas y que un nuevo estado de cosas, como los amaneceres y los atardeceres, estén desbordados, de luz, de paz, de amor y de belleza.