La Unión Europea plantea la necesidad de que la pornografía infantil con inteligencia artificial (IA) sea regulada, para que el uso de imágenes sexuales de niños creadas con herramientas tecnológicas sea perseguida como delito o crimen.
Es muy oportuno el planteamiento, aunque creo que más que regulada debe ser prohibida, en momentos en los que depravados, pervertidos, indolentes, inhumanos y miserables atacan, agreden, violan y vulneran sin piedad, a niños, niñas y adolescentes en distintas partes del mundo.
Bastaría nada más con la referencia del espinoso caso conocido como “Los archivos de la perversión”, en el que unos 2,800 nombres de adultos figuran en la lista de presuntos pederastas, en la organización Boy Scouts de Estados Unidos, durante siete décadas (1944-2016) para concluir que vivimos en un mundo con pocos referentes morales válidos.
Netflix tiene una película titulada “Scouts Honor: Los archivos secretos de los Boy Scouts de EE. UU.”, que fue inspirada en varias historias extraídas de esa desgracia humana, que afectó la vida de miles de jóvenes durante décadas y que apenas comenzó a divulgarse en el año 2016, cuando se conocían casos ocurridos, entre los años 1965 y 1985, en 49 estados de ese país.
Aunque muchos ya han desaparecido físicamente y otros están en el ocaso de su existencia, esto no borra el dolor, la amargura y la miseria moral, emocional y humana que las víctimas tuvieron que vivir en carne propia, como consecuencia de los abusos sexuales en su contra, por parte de quienes tenían la responsabilidad de cuidarlos, protegerlos y formarlos como hombres de bien.
La supuesta misión del movimiento Scouts es contribuir a la educación de los jóvenes, mediante un sistema de valores “para ayudar a construir un mundo mejor donde las personas se sientan realizadas como individuos y jueguen un papel constructivo en la sociedad”. ¡Vaya ironía!
Creado en el año 1908, en Gran Bretaña, por el militar inglés Robert Baden-Powell, este movimiento se convirtió en un estilo de vida, admirado y respetado por todo el mundo, por el que se expandió rápida y progresivamente, incluyendo en República Dominicana, donde se instaló en el 1914.
El escándalo destapado en el año 2016, en Estados Unidos, con 82 mil 209 denuncias de violencia sexual, provocó el mayor desencanto que alguien pueda imaginarse, y no era para menos, porque, incluso, el movimiento Scout siempre fue un aspiracional de todos los niños y, posteriormente, niñas del mundo, motivados en la idea de ser personas de valores y compromisos.
Al reflexionar sobre las políticas de protección y amparo a niños, niñas y adolescentes, hay que lamentar que sea, justamente, en lugares de resguardo, cuido, enseñanza y hasta de espiritualidad, en los que casi siempre se llevan a cabo prácticas de violencia y violación sexual contra indefensos y desvalidos seres que, casi siempre dependen de sus propios verdugos.
Esos deleznables actos ocurren en Norteamérica, en Sudamérica, en El Caribe y en cualquier parte del mundo, que parece tener cada vez menos instituciones de referencia moral, ética, de respeto y de consideración, incluyendo al propio hogar que, a veces, se convierte en una verdadera hoguera en la que arden los sueños infanto-juveniles, y la adecuada formación humana.
Casi siempre los autores de las agresiones sexuales contra hembras y varones, van desde padres biológicos, sacerdotes, pastores, profesores, entrenadores, personas de la vida pública, guías y vecinos. No hay un único perfil para los pedófilos y los pederastas.
Todos pertenecen a una raza de la más baja calaña, que debería extinguirse de un golpe de la faz de la tierra junto a quienes, conscientes de su violación y su poca dignidad, intentan justificar cualquier tipo de acto sexual con menores de edad bajo el argumento de que “fue consentido”.