Es una lástima que los deportes en el país, en términos generales, estén sufriendo en los últimos años, en “carne propia”, la huida casi total del patrocinio o participación de las pequeñas, medianas y grandes industrias que, décadas atrás, constituían su principal sostén.
Nadie debe olvidar que hasta los colmados y otros comercios de bajo capital ayudaban a los clubes deportivos en los sectores donde estaban establecidos.
Aunque eran pequeñas contribuciones, las mismas eran motivo de satisfacción para todos los integrantes de la comunidad.
Hasta hace unos años no se organizaba un evento sin que empresas con grandes capitales no se involucraran en patrocinarlo.
De un tiempo a la fecha se ha dado un giro de 360 grados, las grandes empresas se han retirado casi por completo, lo que constituye un revés en todos los órdenes, e incluso, podría ser una de las causas del crecimiento exponencial de la delincuencia y otros actos abominables.
Antes el Estado descontaba a las empresas los dineros que invertían en artes, deportes y otras actividades.
Sin embargo, esa práctica se pervirtió, porque de acuerdo a las autoridades de turno, reportaban cinco o seis veces más de lo real, es decir, se producía una gran evasión de impuestos por esa vía.
Hoy los deportes han tenido que recurrir, por necesidad, a dedicar sus torneos a funcionarios del Gobierno, que a nombre de sus instituciones aceptan con mucho gusto esos “bien ganados reconocimientos”. Vaya usted a ver.