Frederich E. Bergés
Como todo nuevo gobierno, el actual está muy deseoso de emprender nuevas e importantes obras públicas que impriman su presencia con un sentido histórico y un legado que perdure más allá de su mandato.
Es así como vemos a diario anuncios, corte de cintas y palas en mano en una gran cantidad de eventos que nos anuncian el inicio inmediato, o en el futuro muy cercano, de las mismas siempre acompañado con un buen despliegue publicitario y de relaciones públicas.
Entre estas obras están los soterrados de la Ave. Luperón con 27 de Febrero, la zona adyacente denominada Pintura y la Kennedy con Luperón, aunque falta la Kennedy con Abraham Lincoln. Así mismo la avenida de circunvalación de Los Alcarrizos, remodelación de la autopista Duarte, la avenida San Isidro, la de Cotuí-Piedra Blanca y la entrada de Samaná, entre otras.
A estas obras viales se le agregan los anuncios de miles de viviendas en diferentes puntos del pais, generadores eléctricos en la costa norte, ampliación del Metro, mejoramiento del área urbana de Domingo Savio, nuevos planteles educativos, construcción y reparación de hospitales, presas hídricas, y muchas obras más que forman parte de este gran listado.
A todo lo anterior habrá que agregar las obras anunciadas bajo el esquema de alianzas publico privados (APP) en la cual el estado otorga concesiones que facilitarían obras como la carretera del Ámbar, el puerto de Manzanillo, el desarrollo turístico de Pedernales, 20 edificios de parqueos públicos y algunos proyectos adicionales.
Frente a este largo listado, y a pesar de las cuantiosas sumas invertidas en su promoción, la materialización de todas estas obras se nota muy lentas y algunas hasta inciertas.
La credibilidad del gobierno está en juego por lo cual tal vez lo mas prudente seria detener los anuncios y lograr una ejecución más efectiva de todo lo ya anunciado.
