La decisión del presidente Abinader de no oficializar una serie de medidas expuestas con el disfraz de “reestructuración fiscal”, y que, estamos seguros, desencadenarían situaciones conflictivas graves principalmente en perjuicio de los sectores medios y los más indefensos de la República Dominicana, fue una decisión ajustada a los mejores intereses tanto del país como del ciudadano.
Mi opinión es que los niveles de avance logrados en el mandato del Ejecutivo son estimulantes, aunque el riesgo radicaría en dejarse seducir por el espejismo de disposiciones y medidas aconsejadas por terceros.
Quienes han estimulado un proceder de esa naturaleza, aunque se presenten con una dubitativa imagen de tecnócratas resultan, en realidad, representantes de sectores muy específicos que, de manera histórica, han sido los beneficiarios casi absolutos de la riqueza y del bienestar que deberían tener como destino todos los nacidos en la República Dominicana.
De implementarse la reforma fiscal tal y como fue concebida por tecnócratas que solo sirven a esos sectores específicos, la popularidad y el ascendiente del gobierno del presidente Abinader caerían en picada.
Los conflictos sociales alcanzarían niveles de gravedad sólo comparables con la aterradora situación creada durante el gobierno del presidente Jorge Blanco. Nadie olvida la poblada y el sacrificio de numerosas vidas y la pérdida de montos incalculables en daños de toda naturaleza.
Este y otros precedentes históricos suponen la obligatoriedad de reflexionar sobre los peligros que asoman desde las penumbras y que oscilan como una espada sobre las cabezas de la mayoría de quienes habitamos la Patria de Duarte.
El pueblo, los sectores de opinión, quienes creen y velan por la Patria de todos no deben ni pueden dormirse ante esta situación. Es ilógico creer que cesó el peligro y que la vida ha retornado a sus rutinas.
Creemos que el precio de la paz y del progreso general son muy elevados. Intereses que no duermen se ciernen sobre la heredad común y si no la cuidamos…
Porque son incontables los riesgos que requieren de nuestra atención. El país está desbordado de problemas de diversa índole y es preciso que separemos el trigo de la paja para evitar sorpresas de los que maquinan, incansables, en el único sentido que les importa: sus intereses.
Es preciso permanecer atentos a la adopción de medidas, disposiciones legislativas, declaraciones de sectores interesados, campañas de prensa, dictados o señalamientos poco transparentes y dubitativos.
Si el pueblo no permanece con los ojos abiertos, los logros obtenidos a fuerza de luchas y sangre habrán sido inútiles y los de siempre, los que conocemos y rechazamos, serán los únicos beneficiarios del enorme sacrificio de nuestras grandes mayorías.