Me desagradó por ligera y colorida la línea gráfica y papelería membretada del nuevo gobierno. Desentona con la sobriedad esperada en asuntos de Estado.
En naciones con larga tradición democrática, los logos y tipografía para asuntos de gobierno usualmente reflejan la gravedad de los temas oficiales.
Nunca dije nada porque en gusto o criterio estético cada cabeza es un mundo. Empero, ahora descubro que el loguito al pie del papel en que se hacen los decretos es casi idéntico al de la Asamblea Popular de Cuba, colores y tipografía incluida.
Y que, además, es igualito al ícono oficial del Capitolio del Congreso en Washington. ¡Un encaste castro-trumpista! ¿Moda o genérico? Hablar de plagio tras el escándalo del logo marca país podría ser imprudente.
Quizás nadie se asombraría mucho si resulta que quienes diseñaron aleguen la originalidad de su proceso creativo o atribuyan a esta observación mía un espíritu de gadejo.
Pero no… Búsquenlo en Google. La imagen del país no es responsabilidad exclusiva del gobierno. Ojalá, si procede, expliquen o enmienden.