El pueblo dominicano acaba de dar una contundente demostración de que cuando decide cambiar de rumbo nada ni nadie se lo puede impedir.
Y lo ha hecho de manera cívica, pacífica y firme, a través de la afluencia masiva a las urnas.
Lo que hasta hace poco parecía casi imposible, se logró relativamente fácil y de tal manera que no dejó espacio ni siquiera para el tradicional pataleo. En menos de seis horas, los demás candidatos, incluido el oficialista Gonzalo Castillo, habían reconocido a Luis Abinader como ganador.
Casi dos de cada tres dominicanos votaron en contra del Partido de la Liberación Dominicana. El PRM y sus aliados alcanzaron cerca del 53% de los votos, según los datos preliminares publicados por la Junta Central Electoral, mientras que Gonzalo quedó en segundo lugar con el 36% de los sufragios.
Leonel Fernández, en un lejano pero nada despreciable tercer lugar, terminará con más de un 8%, según los datos preliminares de la Junta Central Electoral.
Para la mayoría de los dominicanos hay razones para celebrar. Tardó 16 años, pero salimos del PLD, gracias a la madurez de diferentes líderes y fuerzas políticas que entendieron cuál era el enemigo común.
Ahora bien, no basta con un cambio de presidente o partido. La Sociedad espera y merece mucho más.
Sabido es que ningún presidente está obligado a hacer milagros. Toda persona sensata presume que la situación económica será sumamente difícil para las nuevas autoridades, y que habrá que hacer sacrificios. Incluso se entiende que el país recurra a préstamos para solventar la crisis generada por la pandemia del coronavirus.
Sin embargo, hay algo que la sociedad espera con ansia, y que no requiere de ninguna inversión: enfrentar la corrupción, castigar a los corruptos y, más aún, hacer que devuelvan los millones de pesos que le han robado al Estado dominicano.
La lucha contra la corrupción y la impunidad es una condición sine qua non para que los sectores de clase media, los jóvenes de la Plaza de la Bandera, los hombres y mujeres que recorrieron calles y avenidas en la Marcha Verde no se sientan burlados por las nuevas autoridades.
Y más aún, es una necesidad, pues los corruptos se llevan en las uñas gran parte de los recursos necesarios para comprar medicinas, y construir obras necesarias como acueductos y carreteras.
Yo vi a Luis Abinader, a Roberto Fulcar, a Faride y otros dirigentes del PRM marchando contra la corrupción y la impunidad. Por lo tanto, no espero ni deseo otra cosa que no sea castigo para los funcionarios corruptos del actual gobierno y aquellos que asuman a partir del 16 de agosto.
Con un triunfo tan arrollador, con un Congreso a su favor y con fuerza moral para emprender la tarea, Abinader y el PRM no tienen ninguna excusa para no perseguir, someter a la justicia y elaborar expedientes bien fundamentados que permitan condenar a la pandilla de delincuentes que aprovechó su paso por el Estado para enriquecerse ilícitamente.
No se trata de una cacería de brujas, de persecuciones politiqueras, sino de acabar con la impunidad. Este pueblo tiene sed de justicia, lo demostró en las calles y lo acaba de ratificar en las urnas.
No basta con ser honesto, es preciso además tener cero contemplación con los corruptos propios o ajenos. El que merezca ir a Najayo, que vaya a Najayo.