La ceremonia inaugural de las Olimpiadas de Río de Janeiro mostró el viernes el espíritu alegre y la calidad de los brasileños para brindar fiestas maravillosas, inspiradoras.
Pero no mostró el escepticismo que hay en el país anfitrión con estos Juegos: casi dos tercios (63%) de los brasileños cree que traerán más perjuicios que beneficios, según una encuesta reciente de Datafolha.
El acto, celebrado en el estadio de Maracaná, derramó creatividad e innovación para lograr un espectáculo internacional de primer nivel, con menos recursos que en Londres 2012 y Pekín 2008.
Pero tampoco mostró que la feroz recesión económica que sufre Brasil está provocando crisis, ajustes o huelgas en centros de educación y cultura del país, cunas reales de creatividad e innovación.
La ceremonia olímpica exhibió orgullo nacional de los anfitriones, que gozaron con la interpretación del himno de Brasil por Paulinho da Viola, corearon «País Tropical» de Jorge Ben Jor y ovacionaron a su delegación al entrar al estadio.
«El mejor lugar del mundo es aquí y ahora», dijo en su discurso el brasileño que preside el comité organizador de los Juegos de Río, Carlos Arthur Nuzman.
Pero al comenzar la ceremonia no fue anunciado el nombre del presidente interino de Brasil, Michel Temer, como es costumbre y estaba previsto, para evitar que fuera abucheado.
De todos modos, casi al final del acto sí pudo escucharse un gran abucheo a Temer, cuando declaró inauguradas las Olimpiadas, pese a que su discurso fue mínimo y seguido por fuegos artificiales.
Y en la ceremonia no se vio a la presidenta suspendida de Brasil, la también impopular Dilma Rousseff, ausente para evitar quedar en un segundo plano respecto a Temer, que la reemplaza mientras es juzgada en el Senado por manipulación presupuestal.
A la sombra de las favelas
El espectáculo del Maracaná rindió un tributo especial a las favelas de Río, con instalaciones que evocaron las coloridas casas de esos barrios, donde viven 22% de los cariocas.
Pero no hubo referencias a las polémicas remociones de habitantes de favelas por obras para los Juegos, ni a la violencia que sufren a diario esas comunidades —aunque el director de la ceremonia fue el cineasta Fernando Meirelles, célebre por su filme Cidade de Deus sobre la guerra de narcos en una de las favelas de la ciudad.
En el show del Maracaná se escuchó una gran ovación para el primer equipo de refugiados de varios países que competirá en unos Juegos Olímpicos, y también se evocó la historia de indios y esclavos en Brasil.
Pero no se dijo que en este país con más de 50 mil homicidios por año los indígenas aun tienen conflictos por tierras, o que los negros tienen 2,5 más chances de morir por un tiro que los blancos, según el Mapa de la Violencia 2015.
Medios brasileños habían informado, en base a testigos del ensayo, que en el espectáculo del Maracaná habría una simulación de asalto a la modelo Gisele Bündchen, reflejando la inseguridad cotidiana de Río.
Pero los organizadores lo negaron y al final no se vio.
Diversidad vs. discriminación
El acto inaugural de Río-2016 rindió homenaje a la diversidad, con la modelo transexual Lea T abriendo sobre una bicicleta el desfile de la delegación brasileña.
Pero lo que no se dijo es que Brasil es el país donde mueren más travestis y transexuales, según la ONG Transgender Europe.
La ceremonia olímpica en el Maracaná expuso como ninguna otra el problema ambiental del planeta, alertando sobre el calentamiento global y dando plantones de árbol a cada delegación para crear un bosque olímpico en la zona norte de Río.
Pero no hubo ninguna referencia a la gran contaminación de la bahía de Guanabara, que se mantiene pese a la promesas de las autoridades de Río de que la eliminarían antes de las competencias de vela que tendrán lugar allí.
Al fin y al cabo, es probable que el objetivo fuera ese: mostrar la mejor cara de Río y Brasil, permitiendo a los habitantes de este país olvidar por un rato sus enormes problemas y recuperar cierta satisfacción colectiva.
Y en ese sentido, la ceremonia del Maracaná será para muchos inolvidable.
Como dijo el presidente del Comité Olímpico Internacional, Thomas Bach, «los brasileños pueden estar muy orgullosos esta noche».