Las imparables protestas ciudadanas en Chile nos alertan sobre nudos profundos que hay que desatar si queremos construir democracias sólidas y concretar el Estado de Bienestar en América Latina.
La indignación social, intolerancia a la desigualdad, la brecha entre ricos y pobres, la endeble conquista de los derechos y la existencia de una clase media precaria que, ante situaciones de inestabilidad económica o de políticas ineficaces, puede caer en vulnerabilidad, reflejan las grandes debilidades del sistema político en nuestros contextos.
Indignación de la clase media:
La crisis chilena se inició por el aumento del transporte público, pero se agudizó por la inconformidad de la clase media con el alto costo de la vida, las bajas pensiones y el repudio a la clase política.
Intolerancia a la desigualdad:
América Latina sigue siendo la región más desigual del planeta. Sin embargo, según la Cepal, los gobiernos y la sociedad, seguimos subestimando una profunda desigualdad que se refleja en los ingresos por condición de clase social y que genera otras desigualdades reflejadas en acceso a salud, educación y trabajo.
Chile es uno de los países de América Latina con mayor crecimiento económico y menor desigualdad, sin embargo, los argumentos de la población para las protestas se asocian justamente a ese problema.
Ya el escándalo de la desigualdad no puede esconderse porque su hedor asfixia.
La brecha entre ricos y pobres:
En Chile, el 20% más rico de la población obtiene el 52.9% de las riquezas. La sociedad cimentada en una cultura de privilegios es cada vez más repudiada. Como dice David Mizrahi “Lo que indigna no es tanto lo poco que reciben los de abajo como lo mucho que concentran los de arriba”.
La endeble conquista de los derechos:
El Informe de la ONU sobre la crisis en Chile, expone la fragilidad de la protección de los derechos humanos en situaciones difíciles.
Más de 28 mil personas fueron detenidas en las diferentes manifestaciones, y, aunque fueron puestas en libertad, se comprobaron casos de torturas, malos tratos y violencia sexual contra hombres, mujeres y niños.
Parece que, aunque el pueblo tenga el poder y sea el soberano, se impone la ley del más fuerte.