Lo nuevo

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David Alvarez

Es indudable que somos en gran medida y heredamos lo que en el pasado aconteció. Si mi padre y mi madre no hubiesen abandonado España por necesidad, no se hubiesen encontrado en Santo Domingo en 1958 y un servidor no hubiese existido.

Y que ser hijo de ellos me brindó actitudes y aptitudes que no tendría si me hubiese criado en otra familia.

Lo mismo aplica al pueblo de San Juan de la Maguana donde me crié, el Colegió Padre Guido donde estudié, los dos Seminarios Católicos donde me formé y la sociedad dominicana que me esculpió, no la de ahora, sino la de los años 60, 70 y 80 del siglo pasado.

Si eso explicara mi existencia, y la de cada uno, repetiríamos constantemente lo heredado, pero eso no es así.

Sin negar la impronta del pasado, cada individuo y sociedad toma decisiones, crea nuevas realidades y busca nuevas soluciones a los problemas de siempre y los nuevos. Innovamos, creamos, inventamos, recreamos.

Prestar atención a la capacidad de generar novedades de los individuos y las comunidades es más importante a la hora de proyectar el futuro que diagnosticar los hechos ocurridos.

Cada día más estudiosos de la sociedad analizan la capacidad creadora de los grupos humanos.

Los empleadores evalúan con mayor interés el potencial de una persona y no simplemente su currículum.

En educación debemos esforzarnos en liberar las capacidades creadoras de los jóvenes y no tiranizarlos con replicar las fórmulas establecidas. El futuro es la novedad, no el pasado.



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