Todo primero de enero huele a nuevo. Es apariencia, ya que es una rotación de nuestro planeta sobre su eje, igual que la anterior y la siguiente.
Pero vivimos de hechos y de fantasias, así le es dado al ser humano existir. Sin los primeros vagaríamos errantes en este planeta, sin las segundas no trascenderíamos el sino de una planta.
Percibirnos frente a la posibilidad de lo novedoso es un gran aliciente para la voluntad. Si conectamos esa fantasía con la energía propia para actuar, para crear, entonces surge lo nuevo.
No existe novedad sin movimiento nuevo desde nosotros, digamos que lo nuevo acontece porque actuamos novedosamente. Lo contrario es la rutina, volver a repetir lo anteriormente hecho.
Lo nuevo crea realidades, genera hechos y situaciones que no existían anteriormente, a fuerza de la voluntad y guiado por la lucidez.
No basta con que ocurra un hecho natural que desconocíamos o no previmos, es esencial que actuemos de manera novedosa para que ocurra lo nuevo.
Es nuestra respuesta la clave.
Comenzar un año es terreno fertil para lo novedoso. No nos sentemos a esperar hasta noviembre, comencemos desde enero a hacer cosas nuevas.
Pudimos hacerlo en diciembre, pero si la fecha “inspira”, pues aprovechemos el momentum que genera la fantasía de que hay cambios.
Construir nuevas realidades enriquece nuestra vida a todos lo niveles y favorecemos a los demás con nuestros aportes. Somos el resultado de grandes novedades y debemos aportar cosas nuevas a nuestros coetáneos y descendientes.