En los últimos días hemos presenciado hechos trágicos que aniquilan familias y que tiñen de tristeza cualquier rostro, aunque no se conozcan a los protagonistas, porque todos somos uno en la naturaleza humana.
Lo cierto es que solo se recuerda una salud integral cuando sucede un estallido de una situación muchas veces acumulada que ya hace un tiempo corroe por dentro.
Vivimos concediendo una atención desmedida al cuerpo físico, desconociendo el mental, el emocional. Una emoción no canalizada de manera adecuada va transformándose en algo más fuerte y nos lleva arrastrando como una corriente. Porque sí, cada uno de nosotros puede despertar un monstruo cuando no se poseen las herramientas de contención, valores y límites definidos, escucha, detente.
Al final, cada uno de nosotros tenemos un letrero de frente que en mayor o menor medida dice “préstame atención”, implorando el auxilio de amor que primero no nos damos a nosotros mismos, llenos de temor cuando no nos vemos y reclamamos en el “espejo del otro”, lo que no hemos sabido darnos.