El pasado domingo 18 de febrero fueron celebradas las elecciones municipales. Como casi siempre, el porcentaje de la votación fue menor al 50%. Ya estamos acostumbrados. La gente no se interesa mucho si el presidente no compite. Pero es en esta elección, cada vez más venida a menos, donde se eligen los gobiernos locales y para la gente, sobre todo para la que vive fuera de la capital, debería tener más importancia que la elección presidencial.
Sin embargo, no es así. El presidencialismo desde la dictadura de Trujillo hasta hoy lo controla todo. Todo. Desde la construcción de una presa de 800 millones de dólares en Pescadería de Barahona, hasta el bacheo de un camino vecinal de 700 mil pesos en Punta Gorda de Samaná, el presidente de turno es quien corta la cinta de inauguración. Es el que resuelve. Esta disposición histórica es lo que ha provocado que en el más reciente estudio Latinobarómetro revelara que más del 60% de los encuestados dice no creer en el trabajo que se realiza desde las alcaldías.
Y no debería ser así, porque es en las alcandías donde, en teoría, se deben definir, decidir y aplicar las políticas públicas de los municipios. Es donde las juntas de vecinos y comunitarios, a través de la Ley 17007 de Presupuesto Participativo, deciden lo que necesitan, lo que es importante y prioritario para su localidad. No lo que el mandatario o el alcalde de turno quiere para hacer brillar su gestión y obtener votos en las próximas elecciones.
Lo que escribo no es casual ni coyuntural. Juan Pablo Duarte, padre fundador de la nación dominicana, en su proyecto de constitución, además del Poder Legislativo, Ejecutivo y Judicial, concibió también el Municipal, como uno de los primeros poderes del Estado Dominicano. Pero alguien entendió que era poner demasiado poder en manos de la gente y se quedó fuera. Nunca ha sido reivindicado por duartianos y nacionalistas.
Duarte era un ferviente creyente de este Poder, como una forma de contribuir a la descentralización del Estado, para facilitar y hacer más eficaces las ejecutorias de las obras y servicios en las comunidades. Tenía la convicción, con sobrada razón, de dinamizar la economía y de hacer que cada munícipe formara parte del cabildo mediante su activa participación.
Este aprendizaje del patricio fue asimilado durante sus viajes a España y a otros países de Europa. “Duarte concebía al Poder Municipal como el gobierno económico y político de los pueblos, que debía convertirse en un contrapeso del Poder Ejecutivo, una organización modelo donde los recursos recibidos a través del presupuesto fueran manejados con eficiencia, pulcritud, eficacia, honestidad y transparencia”.
El patricio aspiraba, a que con los recursos de los ayuntamientos “se llevara un sistema organizado de sus finanzas, que las obras y servicios que se realizaran fueran basados en las prioridades y a las demandas de los munícipes”. Es lo que hoy, siglos después, se llama presupuesto participativo. Su pulcritud en el manejo de los recursos quedó demostrado cuando, junto a su tropa, en el proceso de la gesta independentista, le tocó viajar a Baní el 22 de marzo de 1844 para juntarse con Pedro Santana y al regreso rindió un informe sobre cada centavo gastado, devolviendo el dinero no utilizado.
La gente que habita en nuestras provincias debe entender dónde radica la importancia de las elecciones municipales. Deben dejar de verlas como una convocatoria electoral sin importancia y asistir en masas como se asiste a las fiestas patronales o al teteo del parque, entender la importancia que tiene el poder de elegir como una de las pocas opciones que ofrece esta pobre democracia que tenemos.
Los habitantes de los pueblos de la República Dominicana, sobre todo los que habitan las zonas más apartadas, que muchas veces son las más carenciadas y donde no llega el elevado, el metro, o el teleférico de la capital, deben abrazar y empoderarse de estos procesos de elección. No permitir que, como dice Serrat, “lo peor de cada casa”, politiqueros provincianos sin escrúpulos, riferos, personajes, a veces ligados al mundo del narcotráfico, se adueñen de este importante poder del Estado. Nuestros pueblos no deben seguir asistiendo al espectáculo deprimente auspiciado por todos los partidos, de compra y venta de cédulas y voluntades. Deben entender, que este es el único momento cuando realmente tienen el poder y que tienen que usarlo.