Que me perdonen los que saben de mercadología comercial y publicidad moderna, pero el anuncio del plátano power con el cual una marca cervecera quiere representar nuestra dominicanidad deportiva en la Serie del Caribe, no me convence.
No veo por qué a un país que tiene el español como lengua oficial, se le coloque como lema algo que mezcla el castellano con el inglés, cuando de lo menos que está constituida nuestra identidad es precisamente de la cultura anglosajona. Y cuando de identidad nacional se trata, las cosas son más delicadas.
Por más que el pueblo dominicano sea producto del mestizaje del aborigen, el negro y el español, por más que se pretenda incorporar, a veces con acierto, nuevos elementos a esa entidad cultural que es lo dominicano, me inclino por creer que con el asunto del plátano power aquí se le está haciendo una concesión innecesaria a la influencia de la cultura norteamericana.
Además, levantar el plátano como emblema es una forma sutil de disminuirnos nosotros mismos. Conste que me gusta el plátano y, al igual que la yuca, la batata, la yautía, reconozco la importancia del plátano en la dieta del dominicano. Asado, frito, sancochado, en mangú, en mofongo, vacío, acompañado, verde, maduro, en fin, en cualquiera de sus formas.
Pero un país que demuestra su grandeza y compite con dignidad en un importante evento deportivo, y acredita así la calidad del material humano que produce, y sale a celebrarlo con un plátano como símbolo, lo que hace es confirmar él mismo, la condición de república bananera, que sus dominadores atribuyen a la República Dominicana y a otros países de condiciones más o menos similares.
En el menosprecio de algunas grandes potencias no somos otra cosa que un gran platanal, una finca bananera, y aunque no faltarán los que me manden a no meterme en lo que no es mi asunto, al menos a mí, desde mi ignorancia en asuntos de publicidad moderna, no me cuadra eso del plátano power.