David Alvarez
Definitivamente no es el dinero, ni las cosas que se pueden comprar con él. No es el poder, ni la atracción que genera quien lo busca obsesivamente.
No es la belleza, ni la juventud, ambas son tan pasajeras, tan efímeras, tan banales. No lo es el conocimiento, mucho menos el memorizado, saber por saber es una forma bien bruta de vivir.
No lo es la fama, es voluble como el clima, y depender de ella es someter la propia existencia a la valoración de los otros.
A fin de cuenta la felicidad es amar, ni siquiera que te amen, sólo amar, saber que tu existencia, ese valor tan preciado, la puedes entregar para la felicidad de otros. Y mientras menos deudas de amor generes, más puro y rico es el que brindas, porque no es intercambio, ni negocio, es simple donación. Y amar en libertad e inteligencia, que es negar su obligación o la simple eclosión emocional.
Cuando se medita sobre lo vivido y se abre el espíritu a la luz que brinda lo existido como experiencia personal, sin excusas, ni soberbias, únicamente queda el amor como substancia.
Frente a la muerte que nos espera con paciencia el único equipaje que vale la pena llevar es el haber amado, nada más, nada menos.
El resto es prescindible.
La felicidad consiste justamente en amar. No depende de estados emocionales o certezas o creencias o expectativas. El que ama es feliz, no hay otra ecuación válida.
