En el intricado panorama del desarrollo económico dominicano, los investigadores, los cientistas sociales, y los formuladores de políticas públicas comparten el desafío común de cómo consensuar políticas y acciones que nos conduzcan a la “meta” establecida. Por lo tanto, si bien pueden estar de acuerdo sobre principios generales, dadas las limitaciones siempre cambiantes entre países y tiempos, los desacuerdos sobre la ruta a seguir nunca se quedan atrás.
Con tales complicaciones, la búsqueda del desarrollo económico a menudo se asemeja a navegar por un laberinto. Con frecuencia se presenta obstáculos y necesitas pausar o retroceder para luego avanzar hacia la meta trazada.
Durante los últimos 60 años han surgido una gama de “paradigmas” del desarrollo, muchos de ellos impulsados por gobiernos y organismos multilaterales, caracterizados por una visión simplista, llevando a una falsa dicotomía entre el Estado y el mercado.
Y como el mercado se asume como la economía, entonces se llega linealmente a que a más Estado menos economía. Por tanto, debemos reducir al Estado, y su responsabilidad para hacer frente a los problemas de crecimiento, bienestar, distribución del ingreso, eliminación de la pobreza y respeto al medio ambiente y nuestro entorno ecológico.
Dejando de lado las explicaciones que van con el “marketing” de la política, de la lucha electoral y del reduccionismo del pensamiento económico dominante. Los problemas que enfrenta el país requieren de “reformas estructurales” y “transformaciones profundas” de sus estructuras productivas.
Los problemas estructurales han sido verdaderos límites al crecimiento económico sostenido e inclusivo del país, que, si no son enfrentados y atacados con políticas y estrategias económicas de largo plazo, donde participe el Estado, la empresa privada, y la sociedad en su conjunto, no podrán ser resueltos.
Si no se superan los límites del desarrollo, los problemas estructurales volverán a repetirse periódicamente, y los problemas ancestrales que la economía dominicana padece (salud, educación, etc.) seguirán reproduciéndose y magnificándose. El resultado es que será difícil converger hacia un desarrollo que llene las expectativas de la sociedad dominicana.