Luego del proceso de las elecciones del 6 de octubre y los cuestionamientos a la Junta Central Electoral (JCE) realizada por el ex presidente Leonel Fernández, y su posterior renuncia del Partido de la Liberación Dominicana (PLD), el ambiente político dominicano toma otro giro.
Las acusaciones de fraude, compra de cédulas y el gasto desmedido en el proceso de las primarias, deja como resultado la división del PLD, partido fundado por el profesor Juan Bosch el 15 de diciembre de 1973, que surgió de una división del Partido Revolucionario Dominicano (PRD) a raíz del abandono de su fundador y máximo dirigente, junto a un grupo de antiguos miembros de ese partido.
El enfrentamiento del ex presidente morado y el actual presidente de la república Danilo Medina, puso en evidencia una lucha de poder campal; no una lucha de ideas, ni nada parecido por lo que luchó el profesor Bosch. Aunque el escenario es confuso, sirve de oportunidad para la oposición y los sectores democráticos de país.
El cambio de rumbo puede surgir de éste vendaval. La cautela y el manejo político con astucia deben servir para aprovechar la debilidad del partido en el poder y así convertirla en oportunidad, en base a un programa mínimo de compromiso real con una práctica diferente. La coyuntura abre ese camino de mejores condiciones donde el régimen actual muera.
Histórico es el momento del país, como lo fue en el 1974 con el acuerdo de Santiago, cuyo objetivo fue derrotar a Balaguer. La adversidad política actual requiere ese proyecto político de cambio, para vencer el atraso de la institucionalidad.
Si lo vemos en perspectiva, lo bueno es que podemos superar lo malo. De una división del PLD, la oposición tiene la oportunidad aniquilar varios pájaros de un solo tiro, primero derrotar la principal fuerza conservadora del país como lo es el partido gobernante, y segundo aniquilar políticamente los representantes del caudillismo actual: Leonel Fernández, Hipólito Mejía y Danilo Medina. Esa es la tarea; nada fácil, pero se puede.