Porque: La verdad resplandece
tarde o temprano.
La mentira se desvanece;
La verdad triunfa al
fin y permanece.
- von Moltke.-
Me siento como en ciertos momentos del desarrollo de mi profesión en otrora etapa de mi vida. Empapado en sudor en medio de una selva endiablada y con un calor húmedo, propio de ese ambiente; un bochorno que me ahogaba y que ahora, -como muchas cosas en la vida- vuelven a presentarse en medio de una impotencia que no me debería de avergonzar, pero lo hace, al estar frente a estas situaciones de corrupción blindada e impune, principalmente de los dos últimos cuatrienios, ya que estos han establecido en nuestra historia, un antes y un después con relación al encubrimiento de la corrupción y el descaro abusivo con el cual fueron manejados -donde al decir de ellos-, todo se convertía en falsas percepciones.
El tiempo ha demostrado que no eran tales dioses, todo lo contrario, y a medida que se remueve el estercolero, hasta los “honorables”, entre sus congéneres del mismo origen, admiten todas las indelicadezas llevadas a cabo por sus compañeros, incluyendo la apropiación hasta de las becas para realizar estudios en el extranjero y distribuirlas cual patrimonio de los miembros del partido, principalmente, al famoso y más desacreditado que el propio antiguo cuerpo de ayudantes militares, es decir, el Comité de Dinosaurios –perdón- no fue eso lo que quise escribir, sino, comité político.
El dolor es que a sabiendas del gran esfuerzo que se está llevando a cabo para tratar de corregir ese entuerto funesto, solo una parte del entarimado de la justicia es confiable, el otro, no hace siquiera un acto de nobleza, que por más simple que pueda parecer, enaltece tanto al hombre como a la posición. Ejemplo de esta simpleza, que dice mucho sobre la decencia, lo expresado por el Presidente Abinader en la inauguración del Hospital Luis E. Aybar, -después de un discurso no propio de la Senadora-, cuando expresó que entre los invitados faltaban aquellas personas que habían trabajado en la obra durante la anterior administración y que habían hecho prácticamente todo el trabajo, ya que él solo había dado continuidad al Estado, terminando lo poco que faltaba. ¡Bien por él!
Pero volviendo a la justicia, ojalá y esta duda sobre el comportamiento de muchos jueces, solo sea una mala percepción y que la misma desaparezca con el tiempo y sus decisiones sobre grandes casos de corrupción que manejan y estarán manejando. Eso, solo eso, tan simple, lo que deseamos una gran mayoría del pueblo para nunca vernos obligados a tomar otro camino indeseado y quizás radical; para que nunca jamás de lo jamás, vuelvan a ocurrir estos tipos de hechos bochornosos, por nosotros y por los que vendrán con el tiempo.
Consideramos que ya está bueno para la existencia de ese modo irresponsable que malamente hemos adoptado hace ya bastante tiempo; ese instinto de dejar pasar, dejar hacer; el vivir el día a día sin importarnos el mañana –creyendo quizás- que el Señor proveerá; el vivir de la gozadera, lo farandulero y sobre todo, de lo plástico. Nos hemos hecho adeptos a lo fácil y nuestro pensar y actuar está dominado por la chapucería. Lejos han quedado los días de hablar sobre los intereses de la Patria, de la Nación, de la República, siendo estos sustituidos por la avaricia, el engaño y la manipulación abusiva de aquellas masas que solo aspiran a conseguir para las cervezas en el colmadón pero, sin trabajarlo, solo en espera de aquellos buenos planes –en esencia-, del Estado, pero que lamentablemente la sucia política prostituyó.
Las pandemias nos han y están dando en la Madre, como esa del fanatismo religioso nunca visto en nosotros y lo del guardaespaldas con su “religiosidad” no es nada comparado con otros envestidos de algún toque de “oveja”, como lo acontecido en la ya olvidada “elecciones”. Quizás a eso fue que se refirió Séneca cuando expuso que: “la religión es verdad para la gente común, falsa para los sabios y útil para los poderosos”, lo que se manifiesta plenamente con el fanatismo, donde algunos se consideran “elegidos” y otros amenazan con otro cataclismo por la cuestión del aborto. ¡Sí señor!