Llamados a la Santidad

Llamados a la Santidad

Llamados a la Santidad

Altagracia Suriel

Hay muchos santos vivos entre nosotros que nos inspiran y nos reafirman que se puede vivir la santidad en la cotidianidad.

Como dice el papa Francisco: “la santidad no consiste en hacer cosas extraordinarias sino en hacer las ordinarias con fe y amor” Todos estamos llamados a la santidad como mandato bíblico. El mismo Padre Dios en Levítico 20:26 nos invita a ello: “sean ustedes santos, porque yo, el Señor, soy santo, y los he distinguido entre las demás naciones, para que sean míos”.

La invitación a la santidad que nos hace el Padre también la refuerza su Hijo Jesús cuando en Mateo 5:48 nos pide: “por tanto, sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto”.

Siendo un llamado de Dios para sus hijos, la santidad es un don que se hace posible por la gracia y la misericordia de Dios viviendo desde la humildad, la pureza y la paz.

El Dios Santo habita en el hombre y la mujer que es humilde de corazón. Nos lo recuerda Isaías 57:15: “Porque lo dice el excelso y sublime, el que vive para siempre, cuyo nombre es santo: Yo habito en un lugar santo y sublime, pero también con el contrito y humilde de espíritu, para reanimar el espíritu de los humildes y alentar el corazón de los quebrantados”.

También la pureza según las Sagradas Escrituras es la vía segura para la santidad porque como dice Isaías 38:5: “habrá allí una calzada que será llamada Camino de Santidad. No viajarán por ella los impuros, ni transitarán por ella los necios; será sólo para los que siguen el camino”.

La paz también es un fruto de la santidad. Vivir en paz con Dios, con uno mismo y con los demás es una evidencia de vida santa y anticipación del paraíso como nos lo recuerda Pablo en Hebreos 12:14: “busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor”.