Como llama viva, asimismo se siente cuando se conecta con el verdadero ser.
Libre de ataduras, disfraces y expuesto en su más alto esplendor.
Refulge, no se esconde.
No mira alternativas, pues se guía de la intuición, la que nunca falla.
Y aunque no hagamos consciencia de ella, porque la olvidamos, o nos dejamos atrapar del ego, sentir sus atisbos nos llena de emoción y nos hace conectar con nuestra magnitud de criatura divina.
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