¿Se puede justificar o defender la actuación del Gobierno tras designar al síndico recién electo de La Vega como ministro de Deportes? Voceros oficiales señalan la incoherencia de la oposición al incordiar aprovechando esa pifia. Tienen razón al exponer las inconsistentes argucias del PLD y la FUPU.
Pero esa discusión no es el problema. El origen del bréjete no es la gallolocada opositora, apenas una reacción o sucesión de respuestas.
Es el yerro evitable e innecesario de designar ministro a un funcionario electo como alcalde municipal, sin previsión de las consecuencias legales y políticas.
Que jurídicamente uno u otro bando tenga razón, para los fines de la gobernabilidad y conveniencia política, es lo menos importante, casi irrelevante.
¿Acaso no hay otro perremeísta capaz de ser ministro de Deportes? ¿Qué ventaja política ha logrado el Gobierno o el PRM con este lío?
¿Por qué ante una previsible reacción de la oposición, no se realizó el sencillo trabajo político previo de procurar algún avenimiento o neutralizar el riesgo? Meter la pata es malo. Remenearla dentro peor.
Y “mas peor” pretender que la opinión pública puede variarse sólo con la prensa o redes. Es un pleito perdido, darle municiones al adversario.
El Gobierno luce necesitar un comité de leales sabios sagaces y curtidos en alta y baja política, capaces de vislumbrar más allá del horizonte. Carísimos defensores ex post facto sobran…