Durante su trayecto, Lila de la Rosa no deja a ningún pasajero porque le falte n cinco o diez pesos, más si son estudiantes en los que ve representados a sus hijas y familias. FOTO JOSE DE LEON.
SANTO DOMINGO.-A las 5:00 de la mañana, Lila de la Rosa Monción ya tiene la llave de su guagua de 35 pasajeros en manos para arrancar de Cristo Rey a La Feria.
Su tradición de trabajo empezó a los 15 años a partir de que su hermano mayor la trajo de Loma de Cabrera a la Capital a trabajar como doméstica en una casa de familia.
A los 16 años, fruto de la inexperiencia “me amplié con un noviecito que tuve y pán… salí preñá”, cuenta con un lenguaje coloquial.
En corto tiempo ese idilio se fue a “pique” y Lila comenzó a sentir el peso de la responsabilidad que debe asumir una madre soltera, y hasta la fecha las dos hijas que ambos procrearon, hoy de 30 y 29 años, siguen recibiendo su apoyo aunque sea a través de larga distancia.
Para suerte de ella, sus mayores viscisitudes las vivió especialmente hasta que sus dos niñas alcanzaron los 6 y 7 años cuando el abuelo, residente en Estados Unidos, pidió al papá de éstas para hacer residencia allí y se las llevó por ser ambas menores, y les correspondía esa facilidad.
Inicios en el volante
Cuando ambos se conocieron, él trabajaba de chofer y Lila se involucró desde entonces en esa dinámica, para garantizarle el sustento de sus pequeñas, y hoy a sus 50 años ya es propietaria de ruta y del vehículo que maneja con entusiasmo.
Los cristales delantero y trasero de su unidad rezan: “Dios cuidad de mi y de ella”, igual acaricia con sus manos una imagen la virgen de La Altagracia en su recorridoque siempre la acompaña.
“Mire mi reina, yo comencé de cobradora, trabajé en el control y en una que me me liquidaron me dieron una ruta, después Hubieres (Juan) me dio una ayudita y me compre mi guagua”, narró. Rememoró que cuando tenía a sus hijas pequeñas vivió momentos de desesperación y lo único que quería era “degaritarme para donde fuera por tantos compromisos”.
Su suegra, aunque ella ya no estaba con el marido la alojó por un tiempecito en su casa para apoyarla. A seguidas dijo: “Yo me levantaba de madrugada a hacerle de comer a mis hijas y a comprarle pañales con lo que me ganaba”, recuerda hoy mientras los chorros de sudores le corrían por el cuello confundiéndose con las lágrimas y el llanto que la embargó mientras narraba su pasado y cobraba a sus pasajeros.
Cuenta que en principio, el papá de las hijas se metió con otra mujer y ellas no aceptaron irse a vivir con él, y eso la obligó a trabajar duro.
Afirma que los primeros años, ella les enviaba remesas a sus hijas de Santo Domingo a Nueva York, hasta que se estabilizaron. Luego que crecieron se hicieron familia, ambas trabajan y tienen dos y tres hijos.
Situación laboral
Asegura que la ruta en la que trabaja esta pésima porque no hay clases en la UASD lo que hace que mermen las ganancias.
Al margen de eso, el negocio no es tan rentable porque tiene que echar RD$800 diario de gasoil y tiene que incluir desayuno, almuerzo y en ocasiones cena que se extiende.
Trabaja por turno y se levanta a las 5:00 a.m. para coger el primero. Lila es la más pequeña de siete hermanos, que procrearon sus padres, ambos agricultores, que permanecieron juntos hasta el final cuando la muerte los separó.
Satisfacción
No se arrepiente del esfuerzo que por décadas hace, y su mayor satisfacción es que sus hijas la pidieron y que de vez en cuando le mandan su ayudita, en dólares, lo que le permite un mejor rejuego y hasta compró su casita. Estas no quieren que siga esa rutina.
Al margen de eso, les dice a las mujeres que trabajen, y no piensen tener nada atento al bolsillo de otro.
Dinámica
—1— Recompensa
Como madre soltera solo pagó la mitad de precio de su guagua, gracias al apoyo Fenatrano.
—2— Entrega
Le gusta su trabajo, pese a las dificultades del tránsito, y las injusticias que encuentra.
—3— Deseo
Que el Gobierno mejore las condiciones, y les brinde más facilidades y seguridad laboral.