Termina un año y a todos se nos entrega un lienzo en blanco para plasmar nuestra realidad. Esa que cada uno particularmente crea. Nosotros elegiremos los colores, la textura, el trazo que queremos. A veces nos distraemos mirando el lienzo de al lado, pero cada quien debe plasmar eso que imagina, que recrea en sus sueños más profundos.
La unicidad y autenticidad de cada lienzo hace que refleje lo más profundo del ser cuando de verdad se plasma lo que queremos lograr. Y por eso, si logramos nuestra propia obra maestra nada nos deja más satisfechos.
Si además, otros la contemplan y logran ver la grandeza de lo que quisiste plasmar sin perderse en ello, hace que ese ferviente deseo convertido en meta brille más. Si conseguimos terminar esa obra maestra y a la vez dejar una huella que otros mirarán y reconocerán, alcanzaremos la más grande satisfacción que ser humano pueda lograr. Agradecer y sobretodo ni por un instante pensar que no nos lo merecemos.