La desaparición física de Juan Bosch, Joaquín Balaguer y José Francisco Peña Gómez dejó, por el enorme peso que tuvieron en la vida nacional, un vacío que aún no termina de llenarse en el liderazgo y el ejercicio de la actividad política dominicana.
Actualmente existe un liderazgo que, contadas excepciones, no se ha dedicado al estudio de la política como ciencia, y se limita a un empirismo mediante el cual asume que el conocimiento de esta actividad es únicamente el que proviene de la práctica y de la experiencia.
Esto los conduce a un reduccionismo de la complejidad de los problemas de hoy, que requieren más que de habilidades intuitivas para su adecuado abordaje.
La República Dominicana tampoco cuenta con un número considerable de asesores políticos bien formados académicamente; la mayoría de quienes dicen serlo, realmente no lo son; y otros que han aprendido a través de experiencias vividas en el ejercicio profesional poseen techos bajos de academicismo para un exigente mundo globalizado.
La coyuntura mundial requiere de políticos y consultores que respondan a las demandas de conocimientos, competencias y habilidades que les permitan alcanzar el éxito, a través de la puesta en escena de modernas técnicas de comunicación política.
Hace tiempo que cada líder político dominicano debió prepararse en el dominio de las estrategias para constituirse en una marca política personal, con atributos que los distingan de los demás y elementos perfectamente definidos: autenticidad, imagen y símbolo.
Existe una marcada ausencia en ese sentido. Esto es, al menos, lo que se desprende del accionar y de la discursiva política cotidiana. Un liderazgo político es el resultado de una marca personal. Ni más, ni menos. Y el imperativo consiste en construirlo siguiendo las técnicas más modernas de la comunicación política.
En la actualidad nadie puede pretender el éxito sin una clara comprensión del complejo entramado mediático en el que se desarrolla la actividad de política y exhiba una serie de capacidades en ese sentido.
Por ejemplo, la capacidad de liderazgo propia de los portavoces responsables en el mundo político e institucional.
La capacidad de análisis de los procesos de la construcción del discurso político. La innovación y creatividad en los discursos políticos.
La capacidad de concebir, diseñar y poner en práctica proyectos comunicativos en ámbito político. El impulso y el fomento de los valores democráticos de responsabilidad, igualdad y paz.
El líder político requiere de una visión profunda y analítica de la estructura social, así como de una visión crítica en tiempos en el poder cambia fácilmente de manos; grandes organizaciones y líderes, que por décadas hegemonizaron el control social, se ven desplazados ante otras que ganan dominio de forma simultánea.
Estas nuevas fuerzas, además de acabar con monopolios o destronar poderes, también pueden generar caos y propiciar situaciones catastróficas, para las cuales el mundo no se encuentra aún preparado.
Todo surge en la época de la aplicación de las nuevas tecnologías del marketing digital y de la analítica de datos desde el entramado político al escenario comunicativo, pasando por las claves de todas las especialidades de la comunicación y el mercadeo de las ideas: publicidad, diseño de plan de comunicación, estrategias de comunicación en crisis, construcción de discurso y análisis de los actos comunicativos, redes sociales, analítica web y posicionamiento electoral.
Y en ese contexto, el líder que no construya su marca política personal estará condenado al fracaso en una sociedad que demanda de la profesionalización de una actividad que forma parte del ADN del dominicano.