MANAGUA, Nicaragua. Estos días, de aguaceros interminables, invitan al recogimiento y a la meditación. He despertado con las inquietantes imágenes de tres de mis libros revoloteando por mi mente: “Bruma de gente inhóspita”, “En honor a mi muy querida Stella” y el más reciente, “Rastros de cenizas”.
Son tres novelas que, en su momento, me robaron el sueño y la paz por la intensidad de sus dramas, sus personajes, sus desenlaces
El más antiguo es el de Stella (2010) y medito ahora en la frase de su contraportada, que también utilizó la editorial española Caligrama para promocionar mi novela “Las calles enemigas”: “¿Quién será la próxima víctima? ¿Hasta cuales extremos destruye la degradación generalizada el carácter y los sentimientos?”
El argumento de esta novela desentraña el entorno que rodea a esos jóvenes marginados que terminan inmersos en la delincuencia y el crimen. “Cuando Mía penetró a mi siempre dislocada oficina en la que, no obstante, me sentía tan a gusto, el revólver Smith and Wesson descansaba, inocuo, como un objeto de tantos, sobre el estropeado escritorio de pino blanco al que le nacieron con los años misteriosas vetas de un marrón indefinido, como de óxido”.
“El pelo negro, una cabellera abundante e intencionalmente hirsuta (pensé para mis adentros todo el dinero que me había gastado en extensiones de pelo en el salón de belleza de su muy querida y dubitativa prima Stella”).
“Rememoraba una ocasión en que nos encontrábamos en una habitación de hotel. En cierto momento se quedó así, abstraída, distante, la mirada ausente.
En esa postura extraña, laxa, se quedó por más de veinte minutos. Pese al zumbido del acondicionador de aire, podía más que escucharse, sentirse, su respiración tenue, apagada, más o menos imperceptible por momentos y un tanto agitada en otros”.
De mis libros, el que me ha resultado más difícil y complejo ha sido “Bruma de gente inhóspita”. Lo escribí y reescribí varias veces por la complejidad del tema: las interioridades del drama político, el mundo de los negocios turbios, los ámbitos en que se ejecutan acuerdos deplorables en perjuicio de la gente.
Ese libro me provocó tanta angustia y amargura que en varias ocasiones tuve que dejarlo agobiado por la fiebre.
“El tono que predomina en la mayoría de las escenas, la trama y los personajes de Bruma de gente inhóspita de Roberto Marcallé Abreu, es el de una gran tragedia.
En otras palabras, un dejo apocalíptico atraviesa sus páginas, siendo las acciones dignas de la gran Meretriz sobre la Bestia”, dijo de este texto el catedrático y escritor Alex Ferreras.
“El espíritu del mal se ha infiltrado en los que han detentado el poder, en las personas que los rodean y en el común de la gente y las instituciones. Han perdido el sentido de la realidad.
El Mal ha ganado sus corazones. De ahí la degradación de sus rasgos humanos que nos aterra, nos desconcierta en todo este texto que, por el tratamiento de esta tragedia, sería un referente obligatorio ante los difíciles tiempos que ya vivimos y los que aún nos aguardan”, expresa.
A “Rastros de cenizas” lo he leído muchas veces. Es un libro al que dediqué todas mis energías por cerca de tres años o quizás más. En mis relecturas siento el asombro de alguien que escapa de su propia realidad humana. Difícil y complejo. Se hace camino al andar, decía el poeta.