Libro de Luis Ernesto (y 2)

Libro de Luis Ernesto (y 2)

Libro de Luis Ernesto  (y 2)

José Mármol

La Cuba de hoy, que reclama la firme originalidad y entereza de José Martí, su nombre señero, y a la que ajustan bien estas palabras de 1891, y del propio apóstol de la independencia de la isla que rezan: “Estos tiempos no son para acostarse con el pañuelo a la cabeza, sino con las armas de almohada, como los varones de Juan Castellanos: las armas del juicio, que vencen a las otras.

Trincheras de ideas valen más que trincheras de piedra”.

Estos poemas tuyos, Beiro, contienen y simbolizan a un hombre, a un padre con su hijo, y a todo un país. Su brega por brotarte del aliento y su denuncia y rabia casi amordazadas van, sin duda amigo mío, al caudal que preludia a la soberanía total del hombre cubano. Porque, también dicho por José Martí en carta del 27 de noviembre de 1877 a don Valerio Pujol: “La manera de celebrar la independencia no es, a mi juicio, engañarse sobre su significación, sino completarla”.

La Cuba de hoy, cuya dignidad es regateada por unos y vituperada por otros, pero a todas luces defendida y defendible, tiene sus hijos actuales en esperanzadora misión de completar su independencia. Y en esta, a su vez, estimado Luis, no cabe el antagonismo dentro/fuera y todo/nada, porque estos tiempos exigen más que posición, comprensión de la historia; y mucho más que ortodoxia, el poderoso sueño de la razón poética.

Hablo de ti, Luis, y contigo de todos los cubanos. Hablo de Luis Ernesto, tu entrañable hijo, y con él de todos los niños de Cuba. Este libro cuenta tus añoranzas y canta tus delirios, tus profundas nostalgias, tus desarraigos, la incurable golpiza que propina la espera.

Después de todo, amigo Luis, ¿qué más aliento provee la poesía si no, hacer imaginable, por literario, lo real, como también hacer real, por literario, lo que la imagen da a luz? Debes recordar que Lezama Lima enseñó a los cubanos y al mundo, que el poeta es el ser creador de la nueva casualidad de la resurrección. Luis Ernesto, tu hijo, y demás familiares tuyos están allí, en la indómita, la dúctil, yo no sé, la Cuba que no cesa por sobrevivir. Tú, sin embargo, estás aquí, entre nosotros, y allá, fantasmagórico, entre ellos.

Pero lo importante es que ni tu voz ni tu verbo ni tu poético espíritu cincelador de imágenes te han abandonado, ni te abundarán.

Después de todo, Luis, la poesía te ayuda a tenerles ahí, junto a ti. Y es la primera vez, al menos para mí, que el lenguaje poético deja entrever alguna utilidad.

Este Libro de Luis Ernesto, tu más reciente obra escrita entre horizontes que apenas suponen o ventean el olor de tu malecón habanero, es el libro de tu hijo, pero también de los hijos de toda Latinoamérica. Y yo, querido Luis, seré siempre tu lector.

Así contaba en esa carta prólogo de hace casi tres decenios, lo que me impresionó del poemario de Luis Beiro Álvarez. Su hijo es hoy un ejemplo de ciudadano íntegro, agradecido, solidario. Luis, su padre, ha cosechado un merecido prestigio como escritor, crítico de cine, periodista y maestro de la comunicación.

Muestro otro poema del volumen, titulado Tu memoria: “No podrán con tu memoria, / no la de versos / y noches incompletas, no podrán con la llovizna / y colores / que marcan tus ribetes. / No podrán con tus heridas, / ni con tu padre, / remoto y emplazado, / sin tiempo para el trueno. / Sólo deberán tocarnos / -ambos desdoblados- / y sentir cómo se agitan / magníficos demonios”.



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