¿Libre de corrupción?

No es nada extraño que los líos sobre corrupción que explotaron hace unos meses en la Federación Internacional de Fútbol (FIFA) tengan su origen en Latinoamérica, donde todo es permitido sin ningún tipo de consecuencias.

Y es que, definitivamente, la corrupción se ha convertido en un juego de niños en esta zona del mundo, donde la gran mayoría escala de acuerdo al monto de la fortuna que acumula mediante actos de corrupción, que en la casi totalidad de los casos son aceptados sin chistar por la misma sociedad, que incluso llega al extremo de premiarlos con el voto en procesos electorales.

Para algunos, la corrupción, por ejemplo, en República Dominicana, se ha convertido en una profesión en que quienes más delinquen, más reconocimientos alcanzan, porque el estatus se logra mediante el dinero, no importa su procedencia.

En deportes, por suerte, por lo menos hasta el momento, no se han comprobado actos de corrupción, quizá por el escaso presupuesto que maneja ese sector, pero hay que mantenerse alerta, no vaya a ser que el demonio tiente.

La corrupción afecta el deporte, porque en la medida que se expande lo afecta, teniendo en cuenta que obstruye una posible mejoría en el presupuesto que, de por sí, tiene muy poco o ningún peso específico en las políticas gubernamentales.

Habrá que rezar para que ese mal, culpable de la no solución de los grandes males del país, no se arraigue en una actividad que como el deporte, a menos que se esté ocultando, no ha sido afectada todavía.