A raíz de las emergencias vividas por la población dominicana, debido al paso por el país de la tormenta Franklin, quedó demostrado que hay situaciones que se deben corregir, a muy corto plazo.
Esto porque, sencillamente, rayan en la irresponsabilidad, y ponen en entredicho lo que debería ser la forma correcta de comportarse de las personas, muy a pesar de los insistentes llamados de advertencia de los organismos de socorro ante la inminencia de peligro.
El libre ejercicio de la democracia, la garantía constitucional para que la ciudadanía desenvuelva sus actividades en completo orden, jamás podrá confundirse con la tolerancia al libertinaje. En eso hay una diferencia abismal.
Libertinaje tiene por significado “libertad excesiva y abusiva en lo que se dice o hace”, lo que jamás debemos aceptar. Pero eso fue lo que hicieron muchos jóvenes en momentos en que torrenciales aguaceros hacían colapsar calles, estructuras y propiedades, y desbordaban ríos y arroyos.
Cuando casi todo el territorio nacional estaba en máxima alerta, antes, durante y después del paso de la tormenta, el Centro de Operaciones de Emergencia (COE) aconsejó para que la gente se quedara en casa y aprovechara para organizarse y protegerse.
Más que certeros fueron los pronósticos del COE y la Oficina Nacional de Meteorología respecto a la emergencia que se avecinaba, con todas sus consecuencias, y la trayectoria de la tormenta.
Hubo quienes desafiaron la muerte, tirándose a ríos desbordados por las lluvias (por esta causa se reportó una víctima mortal en San Cristóbal), o saltando desde lo alto en casas de dos niveles para caer en charcos de lluvia en plena calle, o navegando por calles inundadas en lo que apareciera.
Por demás, pusieron su salud en juego al zambullirse repetidamente en aguas que arrastraban a su paso toda clase de inmundicias, y que pasaron por sépticos, trampas de grasa, heces de animales, depósitos, talleres, y otros. Como si fuera poco, hubo “teteos” en sitios como Villa Duarte, con decenas de jóvenes que consumían alcohol.
La autoridad, facultada bajo el amparo de las leyes para garantizar el orden y las buenas costumbres, de ninguna forma puede permitir los excesos. Mucho menos en momentos en que el territorio nacional, o una parte de este, está en situación de emergencia, por los motivos que sean.
Ante la amenaza que representó para el país la tormenta Franklin, muy a pesar de todas las advertencias de los organismos de socorro para salvaguardar vidas y propiedades frente a las torrenciales lluvias que traería el fenómeno, hubo decenas de desaprensivos que hicieron caso omiso a esos llamados.
Y como la buena organización y la vida civilizada es a lo que aspira la inmensa mayoría del pueblo dominicano, la autoridad está investida para hacer frente y meter en la cárcel a quienes se consideren por encima de estos mandatos.