MANAGUA, Nicaragua. Si de algo debemos tener la certeza es del anhelo colectivo de los dominicanos por retornar a un ámbito cercano a lo que denominamos normalidad.
Y de la continuidad del progreso, por supuesto.
Qué se ha logrado hasta el momento? Un informe de Morgan Stanley, suministrado por José Julio Gómez, viceministro de Relaciones Exteriores, nos provee datos e informaciones que resultan estimulantes. Solo que el camino por recorrer está desbordado de problemas y dificultades.
Los precios del petróleo, por ejemplo, son un factor decisivo. Esta situación afecta de manera directa la vida del ciudadano, de las empresas, del transporte. Desestabiliza el sistema económico y provoca desavenencias sociales que pueden calificarse como graves.
Aún cargamos sobre nuestros hombros las consecuencias de la pasada, devastadora y corrupta administración del Estado por décadas y décadas. El alto costo de la vida es un verdadero castigo. Estas situaciones, a Dios las gracias, están siendo enfrentadas cada día por las actuales autoridades.
De acuerdo con Morgan Stanley, una firma internacional que disfruta de excepcional credibilidad, República Dominicana “ha exhibido un rápido y sólido crecimiento económico y una trayectoria fiscal positiva que coloca este país como uno de los mercados emergentes más atractivos”.
El Producto Interno Bruto (PIB) se ha recuperado alcanzando un nivel del 11 por ciento. Este se mantendrá durante todo el 2022, “situando el país con una de las tasas de crecimiento más altas de toda la región”.
El informe destaca el adecuado manejo de la pandemia que permitió una rápida recuperación del turismo, una de las variables económicas fundamentales.
Y se refiere a la emisión de bonos soberanos “con buenas posibilidades de una reducción de la deuda pública”.
Es preciso hacer énfasis en aspectos positivos ante la avalancha de problemas que debe afrontar el ciudadano en tiempos extremadamente complicados. Hay mucho dolor y sufrimiento.
El mundo subyace en una situación sumamente delicada que, de no instrumentarse adecuadamente, podría conducirnos a una catástrofe.
En mi reciente viaje a República Dominicana pude palpar de cerca los esfuerzos que realizan las autoridades para hacerle frente al complejo estado de las instituciones, el costo de la vida, la atención a quienes no les llega el alivio y la esperanza y que cada día despiertan con los ánimos abatidos.
Por primera vez en mucho tiempo, el país estrena un equipo encabezado por el presidente Abinader que se desvive por reencaminar este estado de cosas y corregir las desavenencias que han complicado y dificultado resolver de forma definitiva el atraso y la desesperanza.
Reformar a fondo las instituciones; combatir sin tregua la corrupción; implementar mecanismos de control que impidan el desvío de los recursos; edificar el muro fronterizo; enderezar un sinnúmero de desviaciones que han degradado la vida del dominicano, impidiéndole ascender a una sociedad civilizada donde la paz sea un bien a disfrutar plenamente.
Los decaimientos y perversiones del pasado provocan con frecuencia la pérdida espiritual y existencial de seres humanos de gran valor que no les ven alternativa a su estado de postración debido a encrucijadas de índole económica y social en las que están atrapados. Conocer detalles de las dificultades y quebranto de muchos amigos me ha resultado muy amargo.