Los partidos son imprescindibles en los regímenes democráticos, pues a través de ellos los ciudadanos tienen acceso a la toma de decisiones.
Para que funcionen adecuadamente necesitan una plataforma jurídica, una ley de partidos, que cuide y garantice su esencia, que regule su ordenamiento interno, candidatos, campaña, fuentes de financiamientos, proyección social.
Sin embargo, de nada vale tener leyes si los encargados de aplicarlas carecen de principios morales. La ley no va a producirlos. Tenemos marcos jurídicos que no se respetan.
Los aplican dependiendo del poder de la persona. Hay corruptos amparados por la impunidad y una montaña de representantes políticos que no son producto de las convicciones y el sentir del pueblo, sino de la fuerza del dinero, del grupo de monarcas decidiendo.
En organismos como el Congreso, Junta Central Electoral y tribunales judiciales, etc., suelen acomodar las decisiones y establecer prioridades, dependiendo del afectado. Los criterios no son normativos, sino personales. Estos actos delictivos son irritantes.
Deforman la sociedad. Le quitan motivación, especialmente a la juventud, para actuar en buena lid.
Con estas bofetadas a la población, le dicen que poco valen los conocimientos, principios morales, ideologías, lo que importa es el poder político y económico que acumulan los que haciendo uso de los recursos del pueblo lo manejan a su antojo comprando conciencia.
¿Ley de partidos? ¿Para qué? ¿Para retorcer su interpretación? En el país abundan leyes pero no se aplican o retuercen su aplicación.
Los legisladores deberían fajarse a fiscalizar su cumplimiento o cerrar el Congreso. Parecería que están ahí, para apoyar encomiendas de poderosos que sepan incentivarlos. El pueblo está desamparado.
No son leyes lo que necesitamos, es voluntad para cumplir las existentes y un manual de principios éticos, para regir el comportamiento de los líderes, legisladores, funcionarios, para que sean honestos, insobornables; para enseñar los congresistas a detenerse ante la tentación de los que llegan con un maletín a inclinar la balanza; para ayudar las autoridades a controlar la ambición y pensar en la población.
¡Por Dios, no retuerzan leyes ni utilicen los recursos de la nación para beneficiar grupos y blindar poderosos!! Pensemos en nuestros hijos, en la sociedad!
Urge sacar los mercaderes del Congreso, de los tribunales judiciales, de las instituciones gubernamentales. Tratemos de que entren al escenario personas decentes, juiciosas, ejemplares ¡con dignidad! Que sintamos orgullo de que nos representen.
De lo contrario, olvidemos la ley de partidos ¡Basta de demagogia!