Levanta tus manos cuando el sol de la vida brille con majestad y esplendor; pero también eleva tus manos cuando el cielo de tu existencia en determinados momentos, esté lleno de nubarrones grises.
Levanta tus manos cuando vientos huracanados de problemas agitan la quietud de tu mente y corazón, imposibilitando conciliar un dulce sueño; pero también levántalas cuando sople brisa suave de paz, esperanza y felicidad.
Levanta tus manos cuando tu cuerpo sonríe ante la salud; pero hazlo también ante la cruz de la enfermedad.
Levanta tus manos cuando llega el periodo de la escasez; pero también levántalas con fortaleza en el tiempo de la abundancia.
Levanta tus manos cuando te sientas orgulloso de aquel logro que tuvo tu hijo; pero también levántalas para comprenderlo y perdonarlo cuando tropezó con aquella piedra que nunca quisiste.
Levanta tus manos cuando se han perdido las ganas y el empuje para avanzar en aquel propósito que te has planteado; pero recuerda elevar tus manos cuando las fuerzas han sido suficientes para concretizar tus sueños y metas.
Levanta tus manos por el canto del ruiseñor, por ese mar azulado, por ese río caudaloso que calma la sed de un alma sedienta, por ese bosque espeso de árboles que ríe a carcajadas el buen chiste de la lluvia; pero también eleva tus manos ante el cuadro triste de ojos apagados que no pueden percibir la belleza y grandeza de la creación.
Levanta tus manos por ese buen puesto laboral que lograste, pero de igual manera cuando llegue la sombra negra del desempleo.
Levanta tus manos cuando te sientas aguijoneado por el filo de la traición; pero también álzalas cuando te abracen con sentido de lealtad y sinceridad.
Levanta tus manos por el gran tesoro de tu familia, quienes nunca te abandonan; pero asimismo cuando en tierras lejanas, te sientes desconocido y en la soledad por el peso de la distancia.
En fin, levanta tus manos en las buenas y en las malas, en las alegrías y en las tristezas, en tus éxitos y fracasos, en las victorias y derrotas; pero hazlo siempre con un corazón afianzado en la gratitud y la confianza en Dios Todopoderoso, quien te ama, y nunca te dejara solo, ni permitirá que tus manos bajen vacías.