«Demos gracias a las personas que nos hacen felices; ellas son los encantadores jardineros que hacen florecer nuestra alma». Marcel Proust, novelista francés (1871 – 1922).
Aquellas conversaciones del tiempo por venir.
Las maravillosas ideas del arte y sus colores.
Las conversaciones previas al almuerzo, yo como siempre rápido para llevar un texto, apenas terminado, porque el tiempo apremiaba.
Tu fabuloso llamado a la calma (mi gran vacío confesado)…
Tus preguntas sensibles sobre mi hija Alida Helena y sus inicios en Altos de Chavón, nada de eso lo olvido…
Humor crítico a borbotones..
El que no tiene la grata memoria de recordar lo que es y cuándo es, traiciona, hasta en la muerte…
Como siempre sucede, los mejores o las mejores, no se quieren ir, no se rinden, porque sus altas misiones no han terminado.
A ti también te tocó, pero por suerte: la ofrenda amistosa del amor siempre devuelve y a tiempo Leonora, siempre.
Puedes confiar: una cantata de lágrimas sinceras, se vierten en tu nombre de melómana auténtica y sin presumir de ello, siempre fuiste de nosotros y de ellas: quienes han amado la música sin privar de nada, solo gozándola.
La sonrisa como eterno principio de saludo y encuentro, tu signo.
En más de una ocasión, me persuadiste con tu natural candidez, dejar pasar, mirar más allá del muro de las confrontaciones y te lo agradecí en persona y hoy también te lo agradezco.
Amiga querida, nada de olvido, te recuerdo en los mejores momentos de tu brillantez profesional, reconocida por todos y que bueno, este no es un país que tiene el hábito de hacerlo en vida, Leonora.
Atónita te vi ante esos titulares absurdos, porque discreta y juiciosa también, como a todos de nuestra generación, te dolía este país gigante e inmenso, cuyas fuerzas de espíritu, que conocías muy bien, desbordan los límites insulares impuestos por la vieja naturaleza.
Como en la novela de Marcel Proust, si él hablaba de la búsqueda del tiempo perdido: desde hoy cada vez que vengas con tu dulce rostro al recuerdo, al margen del novelista francés, te habremos recuperado con dolor y alegría, con la fuerte ilusión de haber disfrutado de tu compañía en los momentos de trabajo, en los momentos divertidos de risas y absurdos que te encantaban…
Contigo, en la sinceridad de la vida vivida en estas redacciones inhóspitas, habíamos ganado un pasatiempo de lo lúdico y el mejor humor, porque esa bella sonrisa será un sello de ti, en toda la eternidad. Leonora nuestra, amiga.