El síndico de Santo Domingo Este es afortunado: será recordado por músico más que como político. Con fondos públicos, Manuel Jiménez erigió una estatua al terrorista que protagonizó crímenes (dizque por anti-balaguerista) y secuestró a un coronel estadounidense.
Los diputados votaron honrar su nefasta memoria. Su fin lo narra magistralmente Pablo Gómez-Borbón en su laureado “Morir en Bruselas”. Ahora Jiménez reconstruyó un busto de Ho Chi Minh, destruido por munícipes indignados.
El tío Ho (1890-1969), revolucionario marxista-leninista, presidió Vietnam del Norte de 1945 hasta su muerte, como los emperadores.
Al precio de incontables muertos, Vietnam venció a Estados Unidos tras más de medio siglo de guerras, para ahora abrazar el capitalismo con más fervor que Wall Street y así vencer su pobreza ancestral.
Comunistas como Ho, que ordenó fusilamientos masivos, o el infecundo delincuente del MPD, han dejado como legado su fracaso absoluto, miseria espiritual y material.
Es penoso que enormes crímenes sean presentados como actos heroicos. Ho y compartes representan un legado comunista que la inmensa mayoría de los dominicanos repudia en todas las elecciones y encuestas.
Esos votantes emigran a Nueva York, España o Italia, ¡no a Cuba, Venezuela ni Nicaragua! ¿Dispondrán los diputados que el sol salga por el sur?