Mis años de primaria en el aprendizaje del idioma español estuvieron marcados por la lectura expresiva y la comprensiva, la primera para expresarse con fluidez y entonación correctas y la segunda para comprender lo que se dice.
Era de suma importancia y hasta había que contestar una guía de preguntas para ver si en verdad se había comprendido. Lo leído se transformaba en una vivencia para nosotros que ya nos situábamos en el mundo de lo que se describía. Esa fascinación me hizo amar el idioma. No veo y vislumbro esta compresión en la actualidad, estudios internacionales como el PISA siguen mostrando una baja en términos de lectura, los escolares no están viviendo lo que ven sus ojos, sólo se convierten en el eco de lo que les pasan para cumplir una puntuación en un sistema.
Es tan importante comprender lo que se lee, porque quien bien lee, bien escribe, conoce sus derechos y tiene la oportunidad de no repetir la historia, de ser crítico y sumar.