Ha transcurrido más de una semana desde que el presidente Abinader valientemente dio muestras de tener el oído en el corazón del pueblo al retirar el nombrado proyecto de Modernización Fiscal.
El inmenso ruido y malestar que provocó dicho proyecto nos ha dejado un legado de lecciones que debemos meditar, analizar y, en lo posible, resolutar.
En primer lugar, el envío al Congreso del paquete de reforma fiscal ha servido para concientizar a la sociedad acerca del real desempeño económico de los últimos años.
No queda dudas de que el modelo de expansión económica basado en continuos déficits fiscales está llegando a sus límites.
El esquema actual requiere de una creciente deuda pública para financiar dicho déficit, que ya se entiende requiere ir reduciéndose, no ampliándose.
Ha quedado bien claro las principales razones del continuo déficit público al revelarse por las autoridades competentes el desorden y deficiencias de la transmisión y distribución eléctrica.
La estimación de unos 800,000 usuarios que se han acogido a la cultura de no pagar lo consumido, sumado a un incremento desmedido de la nómina pública con un amplio dispendio de gastos, no dejan dudas de las verdaderas causas del desequilibrio actual entre ingresos y gastos.
La receptividad amplia con beneplácito y buenas intenciones de parte de amplios sectores de la sociedad al anuncio del retiro del odioso proyecto revela las enormes posibilidades de diálogo y negociación existente.
Este espacio debe aprovecharse por las autoridades de la nación para el inicio de una convocatoria y búsqueda de soluciones a los temas del déficit fiscal, necesidades de mayores inversiones, contención de la deuda pública y el mantenimiento del actual marco de estabilidad social y macroeconómico.
Recordemos pues a nuestro padre de la patria: “Sed justos lo primero, si queréis ser felices. Ese es el primer deber del hombre; y ser unidos, y así apagaréis la tea de la discordia y venceréis a vuestros enemigos, y la patria será libre y salva”, Juan Pablo Duarte.