Chile ha vivido una convulsión social sin precedentes en su historia contemporánea, sacudiendo con ello su reputación como país de gran paz y estabilidad social.
Argentina, por otro lado, acaba de celebrar elecciones nacionales y con ellas pautando el retorno del sueño Peronista con Cristina Kirchner a la cabeza. Dos hechos que auguran tiempos difíciles en el Cono Sur de América.
Estos acontecimientos, ambos distantes en cuanto la manera de provocar cambios, uno con violencia callejera y el otro con el uso del voto ciudadano, revelan necesidades de cambios profundos en cada uno de los dos países. Muchos de esos cambios también pudieran tener aplicación en el nuestro.
El primero y más urgente es el de la educación. Un país donde chicos de 8 y 9 años de edad aun no saben quiénes son los padres de su patria, y en vez se memorizan vulgares reguetones, tiene poco futuro.
Invertimos millonadas en graduar maestros sin vocación o la formación necesaria, teniendo como resultado estudiantes con una preparación académica deficiente, que luego van a las aulas universitarias o directamente al mundo laboral con muy pobres resultados. Si no se extirpa el origen de esa frustración preparatoria para el mundo del trabajo, la explosión social estará al doblar de la esquina.
En segundo lugar está la salud. Increíble que tengamos tantos avances en el componente de salud de la seguridad social sin tener aun un sistema de salud primario.
E igualmente resulta frustratorio que a los políticos les importa más la construcción o remodelación de facilidades físicas que la calidad de la medicina que se imparte dentro de dichas facilidades, o la dotación de los insumos necesarios con los cuales curar o prevenir enfermedades.
Un pueblo enfermo pierde esperanzas y con ello es presa fácil de las convulsiones y desórdenes.
Si a lo anterior le agregamos la inseguridad ciudadana, la continua proliferación del juego de azar, el informe Oxfam y el microtráfico de estupefacientes, el caldo de inestabilidad social se va enriqueciendo.
Aprendamos de las lecciones recientes del Cono Sur y pongamos nuestra casa en orden antes de que sediciosos o inconformes con nuestro sistema democrático exploten la receta del desorden e inestabilidad que se va cocinando de no resolverse nuestros males fundamentales.