Para nadie es un secreto que hasta hace muy poco el matrimonio infantil era una realidad en la República Dominicana. Si usted era menor de edad y sostenía relaciones sexuales con un adulto, bajo acuerdos familiares y avalado por la Constitución de la República, esa persona podía llegar a un consenso con el o la infante y casarse sin ningún inconveniente.
Gracias a los esfuerzos de disputados como la señora Gloria Reyes, actual directora del programa Supérate, José Horacio Rodríguez, actual diputado del Distrito Nacional, entre otros, actualmente en nuestro país se condena todo tipo de matrimonio con un menor de edad, convirtiendo toda unión entre un adulto y un niño o niña en un acto delictivo, el cual es perseguido y condenado por la ley, con penas hasta de 20 años de prisión o más por ser considerado violatorio a los derechos del menor.
En el caso del pelotero de Grandes Ligas, Wander Franco, donde se le acusa de sostener una relación sentimental y sexual con una niña de 14 años, la sociedad se encuentra dividida, muchos culpan a la madre y la niña de lo que sucedió y otros al deportista por supuesta inocencia.
He leído comentarios en las redes sociales donde con mucha seguridad, fanáticos afirman que le quieren hacer un daño a la carrera de Wander, sin embargo, no son capaces de admitir que el daño se lo hizo él al momento de decidir sostener un amorío con una niña que apenas ha conocido la menstruación y que hace muy poco entró a la adolescencia.
Varios fanáticos dicen, de forma despectiva, que la niña víctima de este caso de violación tiene más millas que un avión, y es probable que los pedófilos “le hayan roto el millero” pero también es cierto que siendo una nena que debería estar jugando con muñecas ha sido víctima de una madre egoísta y enferma que mediante el abuso de poder la ha utilizado como un objeto sexual, viéndola como su boleto para salir de la pobreza.
No quiero imaginarme los traumas y el dolor que ha experimentado esta niña al saber, que aun sin tener la edad para iniciarse en la sexualidad, su propia madre, aquella que está llamada a amarla y protegerla, es la misma que se pone de acuerdo con hombres para prostituirla, causándole un daño psicológico y físico irreparable.
No confundan el fanatismo con la realidad, no importa oficio, religión, raza o color de piel, el que actúa de forma incorrecta, violentando las normas sociales, debe pagar las consecuencias de sus actos, y en el caso de este pelotero, si se demuestra en los tribunales que es culpable, lo correcto es que pague por sus acciones porque esta es la única forma de probar que la justicia no tiene favoritismo.
En realidad ignoro si los peloteros cuentan con un equipo de consejeros que les advierten sobre este tipo de situaciones, pero creo que esto también tiene que ver con la moral de las personas. Nadie en su sano juicio cambia un futuro tan prometedor como el que le esperaba a este deportista, por los barrotes y la insalubridad de una cárcel cualquiera, sin tener en cuenta la falta de credibilidad ante la sociedad.
Termino este artículo haciendo un llamado a mis compatriotas a ser justos en sus juicios, no justifiquen el mal o maldad de las personas por la posición social que ocupan, más bien, sean defensores de la buena voluntad, esa la única manera en que podemos sobrevivir como sociedad y practiquen la empatía, piensen que no les gustaría estar en los zapatos de la familia de la niña en cuestión.
Termino diciendo esta frase de Edmund Burke, el cual fue un político, escritor y filósofo inglés, considerado el padre del liberalismo conservador británico: “Lo único necesario para el triunfo del mal es que los hombres buenos no hagan nada”.