
La ciudad de Nueva York, donde viven aproximadamente 4.5 millones de inmigrantes de diferentes países del mundo, ocupa la quinta posición con más emigrados entre las ciudades de Estados Unidos, después de California (10.6 millones), Texas (5.5 millones), Florida (5 millones y Nueva Jersey (2.3 millones).
Ocurre que, en el curso de esa línea del palpitante movimiento migratorio, la República Dominicana “es el país de origen de la mayor cantidad de inmigrantes” que reside en la emblemática y atrayente ciudad norteamericana, siguiéndole México, Ecuador y Colombia.
Según el alcalde Eric Adams, “Nueva York ha recibido a unos 200,000 inmigrantes en los últimos dos años”. “La población de inmigrantes –precisa la Oficina del Alcalde para Asuntos de Inmigrantes- contribuyen “con más de $230 mil millones de dólares al producto interno bruto de la ciudad”.
De esos recursos generados por la diáspora, uno puede destacar que los dominicanos realizan importantes aportes y contribuyen activamente a la consolidación de la ultra dinámica economía de esta metrópoli, Nueva York, la ciudad que “nunca duerme”, “la capital del mundo” y considerada, asimismo, la “tercera ciudad de República Dominicana”, después, naturalmente, del Gran Santo Domingo y Santiago de los Caballeros.
La diáspora envió un total de 10 mil 756 millones de dólares en remesas a República Dominicana en el año 2024, lo cual según afirma el Banco Central, “representa un incremento con respecto al año 2023” (unos 598.8 millones de dólares, 5.9%). Ese monto, a su vez, “tiene impacto en el consumo, la inversión y el financiamiento de sectores vulnerables del país”.
Según el informe de la fecha del Banco Central, “los flujos de remesas alcanzaron los US$6,874.5 millones entre enero y julio de 2025”. Pese a la colocación a estos envíos de un nuevo impuesto de 5% por parte de la administración del presidente Donald Trump.
No obstante, esa marejada de remesas constituye una fuente importante de ingresos para el país, ya que genera un efecto multiplicador en la economía. Estados Unidos es (principalmente Nueva York y Puerto Rico) principal emisor de estas partidas; representan el 80.3% de los flujos formales de remesas en diciembre. Otras fuentes son España, Italia, Haití, Suiza, Canadá y Panamá.
En Estados Unidos viven más de 2,4 millones de dominicanos. Por tanto, resulta plausible que la mayor cantidad de remesas que entra al país provenga de Nueva York, donde se estima que “viven más de 700,000 dominicanos”, casi la mitad en El Bronx. Estos dominicanos residen principalmente en áreas como Washington Heights, conocido como la Pequeña República Dominicana, y el Bronx (29% de los habitantes de esa zona neoyorquina).
En cuanto a la cultura, los dominicanos han sembrado un legado en la ciudad de Nueva York, donde ya constituye una cotidianidad escuchar y disfrutar del merengue en todas sus modalidades, así como otras expresiones del ser dominicano.
La población dominicana ha desplazado a otros grupos de inmigrantes, convirtiéndose en la “cuarta población latina más grande de la ciudad y que ha contribuido a su diversidad y dinamismo”.
No ha sido “por amor al arte” que el alcalde Adams anunció que su fabulosa ciudad hará los arreglos necesarios para acoger a partir del próximo año el Desfile Dominicano en la Quinta Avenida de Manhattan, un privilegio pocas veces concedido a grupos minoritarios de inmigrantes.
El pasado fin de semana Nueva York fue testigo de la más grande expresión cultural y del fervor, la alegría y el entusiasmo de miles de dominicanos que celebraron este domingo la edición número 43 del Desfile Dominicano en la Sexta Avenida conocida, también conocida como avenida de Las Américas.
La presencia de dominicanos en el exterior, especialmente en Nueva York, constituye un desafío que tiene que ser estudiado y manejado con inteligencia por nuestras autoridades, de manera que esta siga haciendo aportes no solo a la ciudad que generosamente nos recibe, sino a todo el andamiaje económico, político y social de la gran nación del Norte.
El sueño de Nueva York
Pero ocurre que a veces algunos migrantes dominicanos y de otros países, después de duros afanes e inmensos sacrificios para trasladarse a Estados Unidos, muy especialmente a la emblemática metrópoli de Nueva York, terminan no gustándole, por múltiples razones, esta inmensa y avasalladora ciudad.
Algunos de los que logran viajar a esta ciudad la añoran. Otros, en cambio, se quedan allí por razones de fuerza mayor, por orgullo, problemas económicos o por los compromisos que dejaron en su amada Quisqueya.
El tema es bastante socorrido entre contertulios, en el sentido de que según se dice, si abren las puertas para que todo el mundo pueda irse para Nueva York, nuestro país se quedará vacío. “Se va hasta el gato”, se enfatiza en las conversaciones entre amigos.
Humorismo y arte
Los chistes de Felipe Polanco (Boruga) y Luisito Martí resultaron muy populares hasta el punto de que marcaron una época entre dominicanos y extranjeros. Las hilarantes bromas que hacían los premiados, y altamente valorados y apreciados, el humorista Boruga, y el nunca bien laureado actor, humorista, músico y productor de cine y televisión, el fenecido Luisito Martí, se cimentaron en esos deseos casi enfermizos de los dominicanos por viajar a Nueva York.
– ¿Qué tú no has ido a Nueva York? ¡Uuuhhh…pero bueno muchacho, tú no estás en este mundo…!, eran algunas de las expresiones atribuibles a Polanco, las cuales les servían para apuntalar en sus chistes la aspiración de los criollos por viajar a esta icónica ciudad.
Lorenzo y Mr. Smith
Entre esos muchos dominicanos estaba Lorenzo, un reputado y aquilatado profesional de las cámaras de televisión que fue, si no, el camarógrafo principal del equipo de prensa que acompañó al fenecido presidente Antonio Guzmán en la Presidencia de la República.
Tras la muerte del presidente Guzmán y el doctor Salvador Jorge Blanco asumir el poder por el Partido Revolucionario Dominicano (PRD), Lorenzo fue desvinculado como camarógrafo del Palacio Nacional, optando entonces por emigrar, como muchas otras personas, a la ciudad de Nueva York, en busca de una mejor vida.
Para ese entonces no era fácil conseguir trabajo de inmediato por parte de los inmigrantes, particularmente si no hablaba el inglés ni tenía una carrera académica. En su búsqueda de empleo Lorenzo consiguió uno en un laboratorio de procesamiento de sangre o banco de sangre, “instalación donde se recolecta, analiza, procesa y almacena la sangre y sus componentes para uso en transfusiones y otros procedimientos médicos”.
Lorenzo tuvo en aquel lugar un jefe inmediato, Mr. Smith, un norteamericano, obvio, que era una especie de supervisor de la higiene y limpieza del laboratorio. Smith tenía la responsabilidad de lograr y mantener un estricto aseo, asegurarse de que exista una pulcritud de excelencia en el manejo de la sangre en el laboratorio. Y eso lo transfería en exigencias a sus subalternos, entre ellos Lorenzo.
-“Míster Smith me tenía harto, no tenía sosiego”, expresó Lorenzo mientras relataba su experiencia como empleado del banco de sangre. Agregó que su supervisor lo llamaba con insistencia durante el horario de trabajo para que limpiara las cuatro esquinas del centro, incluso en lugares donde él ya había aseado.
-¡Lawrence! ¡Lawrence! Ven a limpiar aquí Lawrence”, expresaba el supervisor gringo en un casi inentendible español. Lorenzo tomó la determinación de largarse, pero los otros compañeros que les habían cogido mucho cariño le aconsejaban que no se fuera, que se le iba dificultar conseguir otro trabajo.
Una noche, Lorenzo, ya cansado de tantos trabajos, llegó al cuartico donde vivía alquilado y se lanzó en su camita, con todo y ropa, y fruto del cansancio, se durmió profundamente. Nos contó que tuvo momentos de delirio mientras dormía. En sus sueños dijo que veía a Míster Smith y que éste le decía: -¡Lawrence, Lawrence, ven a limpiar aquí, Lawrence…! Estos sueños se convirtieron en pesadillas y Lorenzo una noche despertó, todo espantado, somnoliento y vociferando: -¡Ay, ay, el gringo, ahí viene el gringo…!
Ese día razonó, y dijo, hasta aquí llega esto. Pensó entonces hacer algo, dejar este trabajo o terminar cometiendo un error con Míster Smith, el que entendía que tanto lo fastidiaba. Se levantó temprano y salió a caminar por las calles del Bronx para pensar sobre los pasos a dar para cambiar su situación o regresar a su país.
Pero la suerte lo iluminó y le puso en su camino a un viejo amigo, un diputado del partido en el poder que se encontraba de visita en Nueva York. Cuando lo alcanzó a ver fue como si Dios se apiadara de él colocándole a ese amigo en el camino. Explicó al legislador la situación y ahí mismo tomó la decisión de regresar a Santo Domingo, pero no tenía dinero para el viaje de regreso. El diputado oficialista le regaló el boleto de vuelta a su Patria. –“Vi la gloria cuando pisé de nuevo la tierra dominicana”.
Ya en Santo Domingo, una vez trabajando con nosotros en una institución del Estado, viajamos al interior a realizar un trabajo de prensa y a Lorenzo le tocó compartir habitación con otro compañero, el cual se asustó bastante cuando en la madrugada, mientras dormían, escuchó a éste expresar: -“El gringo, el gringo, ahí viene el gringo…”.
Dios tenga en su santo regazo el alma del colega Lorenzo. Amén.