Santo Domingo.-A una hora exacta, mientras transcurre el tiempo, se le puede llamar “un momento del presente”. Así también ocurre con una hora exacta del pasado, durante un día de un mes y un año extintos.
Se le puede llamar a ese instante “un momento del pasado”. Ocurre lo propio con la exposición “Convergencia cromática: Vibraciones”, que tiene su presente en la galería Ramón Oviedo del Ministerio de Cultura. Y cuando cierre la exposición tendrá un capítulo en el glorioso pasado de las artes plásticas del país.
Son artistas plásticos consagrados. No hay ninguna disposición oficial de por medio para esa consagración. Todo lo que han sido, son y serán está conferido por su trabajo, por la trayectoria en el quehacer artístico de varias décadas.
En cada obra de cada cual está plasmado el qué y el cómo ellos entienden y conciben su espacio en las artes plásticas. Todos: Martín Santos, Rosa Tavárez, Clinton López y Rosa Elina Arias, son dueños de un universo propio.
A “Convergencia cromática: Vibraciones”, se le llama exposición colectiva.
En realidad podemos tomar la coalición de los cuadros como una comunidad pictórica. ¿O podemos afirmar que se trata, en realidad, de un impresionante ensayo visual, una propuesta diversa en sí misma, más que una exposición colectiva?
No hay una obra, entre los óleos expuestos, de mayor o menor envergadura.
Cada cuadro tiene su especificidad. Hay músculo, colores y voces poéticas. Son diálogos, propuestas e historias que salen unidas por las complicidades de cada artista y sus composiciones.
Insospechada calidad
En la mirada del artista está su voz y la lucidez. De ahí sale la insospechada calidad de sus matices. Trazos hechos con firmeza, con la capacidad de invención que tiene en las manos.
A veces, una cosa es lo que trabaja el artista sobre la tela, y otra, más asombrosa e inimaginable, lo que concibe o puede ver y desentraña el observador que se detiene delante de un cuadro, sobrecogido por una impresión estremecedora.
Todos, ¿qué tienen en común? Consiguen en sus cuadros una sucesión de imágenes duras, por las historias que cuentan, y suaves, sin estridencias, debido a una inteligencia muy específica y los matices escogidos para abordarlas. Advierto, en honor a la verdad, que en los cuadros de cada artista hay fronteras infranqueables.
Eso quiere decir que de uno a otro no se percibe un lenguaje de traspaso, vínculos, revelaciones o referencias comunes.
El aplauso no existe a la hora de aprobar las virtudes y profundidades de una obra pictórica.
Desafortunadamente. De no ser así habría un aluvión de aplausos para Rosa Tavárez, Clinton López y Rosa Elina Arias, y sus óleos de “Convergencia cromática: Vibraciones”, expuestos en la galería de arte Ramón Oviedo.