En los últimos seis meses he impartido varias conferencias y participado en varios paneles sobre inteligencia artificial (IA).

He enfocado todo mi esfuerzo, en este último año, en especializarme aún más en dicha área. De hecho, cuando fui rector del ITLA, lanzamos el primer Centro de Excelencia en Inteligencia Artificial el 7 de mayo de 2019, con el apoyo de destacados académicos y expertos en el tema.

Es decir, ya llevo años trabajando en dicha disciplina.
La realidad es que, luego del lanzamiento y puesta en funcionamiento de ChatGPT de OpenAI, el área de IA se ha convertido en un tema tendencia.

Todo esto ha ocurrido gracias a la democratización en el acceso a herramientas de IA generativa. Los chatbots de IA generativa, que hacen modelado de lenguaje natural, pusieron en la mano de los usuarios un poder que no habían experimentado antes: facilidad de uso y un amplio espectro de aplicación.

Cuando una innovación tecnológica se “viraliza” y logra solucionar problemas concretos, adquiere dimensiones de alcance global y provoca un efecto disruptivo en todas las sociedades del planeta.

Sin embargo, es importante que tengamos pendiente que la IA no lo puede todo. Aunque nos parezcan mágicas sus acciones y resultados, la verdad es que son herramientas hechas por el ser humano que deben estar en un proceso de mejora continua.

Muchos de los usuarios de dichas plataformas han reportado errores e inexactitudes que deben ser corregidas. También está el enfoque ético de su uso. Es fundamental que trabajemos para eliminar los sesgos éticos que puedan tener los algoritmos de IA.

Luego de cuidarse de los posibles peligros en el uso de la IA, lo que debemos reconocer es que la misma tiene el poder de cambiar el mundo para mejor. Permite reducir tiempos, mejorar procesos y eficientizar las tareas humanas. La IA es la herramienta del futuro. Hagamos de ella un instrumento poderoso al servicio de la humanidad.