Las redes sociales no son el problema
Frecuentemente escucho a personas de mucho nivel profesional, inclusive, considerar que las redes sociales han venido a dañarlo todo y que son responsables de la desinformación, de difamaciones, injurias y cuántas violaciones e ilícitos puedan producirse contra grupos, personas o entidades.
Opino que es una visión errada y que las redes sociales son una herramienta poderosa y neutral por sí mismas, cuya utilidad es una responsabilidad exclusiva del objetivo, respeto y pudor de las personas que eligen utilizarlas.
Al igual que cualquier otro medio de comunicación, incluyendo los tradicionales o convencionales, como prefiero llamarles, las redes sociales pueden ser usadas tanto para el bien como para el mal y hasta para ninguno de los dos.
Desde principio de los años 90, más acentuadamente con el inicio de este siglo XXI, las redes sociales han revolucionado la forma en que las personas se comunican con amigos, familia y colegas alrededor del mundo y han permitido la expansión del conocimiento y de un mayor intercambio cultural en todo el mundo.
Ningún otro momento como ahora había estado más cerca del predicamento del sociólogo, filósofo y teórico canadiense Marshall McLuhan, cuando en la década de 1960 acuñó el término “aldea global”, un concepto del que se nos hablaba en las aulas universitarias de los años 80 y sobre el cual ahora unos cuántos parecen olvidar.
El concepto de la “aldea global” está sustentando en la idea de que los avances en la tecnología de la comunicación, especialmente los medios electrónicos, conectarían a personas de todo el mundo, creando una comunidad global interconectada. Y es lo que ocurre ahora, en una proporción tan aplastante que ya es común escuchar la expresión de que “estamos hiperconectados”.
McLuhan predijo que la tecnología permitiría a las personas experimentar y compartir información de manera instantánea, sin importar la distancia geográfica, una visión que se materializó con la llegada disruptiva de Internet, que facilita a personas de diferentes culturas y lugares interactuar e intercambiar experiencias en tiempo real, sin importar dónde se encuentren.
Pocas personas apreciarían vivir hoy sin acceso a las redes sociales, que ofrecen información rápida y procedente de diversas fuentes, lo cual puede ser favorable, pero también muy riesgoso porque, como se ha visto, unos cuántos suelen hacer mal uso de ellas, porque lo hacen al margen de la responsabilidad, el compromiso y el respeto.
Las redes sociales tienen el potencial de ser una fuerza positiva si se utilizan de manera consciente y ética, y no creo en que deban ser “satanizadas”. Por el contrario, deberían generarse movimientos y prácticas para su buen uso, con el objetivo de que estén al servicio del bienestar de las colectividades.
También es importante diferenciar que una red social, no importa cómo se llame, no es un medio de comunicación social. Son cosas distintas. Cualquiera puede hacer uso de las redes, por lo cual lo que se diga a través de ellas no tiene por qué convertirse o ser noticia, si no tiene el aval de la investigación periodística.
Corresponde a los ejecutivos y coordinadores de los medios de comunicación establecidos aplicar filtros y tomar medidas para que sea cada vez menor la incidencia de quienes, probablemente, sin saber si están haciendo más daño que bien, se apresuran a divulgar o a repetir, a través de ellos, cualquier chamusquina que hayan encontrado en las redes y que les resulte atractiva.
Los usuarios deben aprender a discernir entre fuentes confiables y no confiables, y a entender las consecuencias de compartir información falsa o dañina.
A los estudiantes de Comunicación Social aconsejo siempre no validar las redes sociales como si fuesen medios de comunicación, porque no lo son, aunque resultan de gran utilidad y facilitan las cosas como fuentes referenciales para la investigación que deseen realizar.
No “satanizar” las redes, pero tampoco “endiosarlas” es el sentido con el cual deben evaluarse estas herramientas de la era moderna, de continuas innovaciones y de impactos dramáticos y transversales en los estilos de vida de la gente de cualquier parte del mundo.
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