Las protestas por la violencia policial contra los negros cobraron fuerza este martes en distintas ciudades de Estados Unidos, nutridas por la indignación de cientos de personas ante la amenaza de militarización del presidente Donald Trump y las tácticas usadas para despejar a los manifestantes.
Una multitud mucho mayor que la del lunes, con miles de personas, se congregó por la tarde en el centro de Washington, mientras los manifestantes inundaban también las calles de Nueva York, Los Ángeles y Houston en el octavo día de protestas por el homicidio de George Floyd a manos de un policía blanco.
«No tienen vergüenza, en la Casa Blanca hay un racista», coreó un grupo situado en la primera línea de la protesta en Washington, según constató Efe.
Los manifestantes se dirigían con esa frase a las fuerzas de seguridad situadas al otro lado de una enorme valla metálica, de unos dos metros y medio de altura (8 pies), instalada la mañana del martes a lo largo del extremo norte del parque Lafayette, contiguo a la Casa Blanca.
UNA VALLA ENTRE MANIFESTANTES Y POLICÍA
La nueva valla impidió a los manifestantes acercarse a la Casa Blanca y ocupar el parque Lafayette, que este lunes fue el escenario de una fuerte polémica cuando las fuerzas de seguridad dispersaron con gases lacrimógenos a las personas que protestaban para que Trump pudiera cruzar a pie la plaza y hacerse una foto delante de una iglesia.
El episodio generó duras críticas al presidente por parte de líderes religiosos, políticos demócratas y al menos un senador republicano, Ben Sasse; aunque el líder de la mayoría conservadora en el Senado, Mitch McConnell, bloqueó una resolución de condena a Trump impulsada por la oposición progresista.
La controversia creció cuando varios medios revelaron que fue el fiscal general de EE.UU., William Barr, quien dio la orden a los agentes de seguridad federales para que extendieran el perímetro vallado alrededor de la Casa Blanca, en un momento en el que había cientos de manifestantes participando en una protesta pacífica.
Eso permitió a Trump acercarse a pie a la histórica iglesia episcopal de Saint John, situada al otro extremo del parque y escenario de un pequeño incendio el domingo que no causó daños, y posar ante las cámaras con una Biblia en la mano, un gesto que muchos consideraron poco más que un guiño a sus votantes.
NIEGAN EL USO DE GAS LACRIMÓGENO
El jefe en funciones de la Policía de Parques de EE.UU., Gregory T. Monahan, negó este martes en un comunicado que sus agentes «o los que les apoyaban» hubieran usado gas lacrimógeno para dispersar a los manifestantes, como indicaron numerosos testigos y periodistas que estaban en la zona.
Monahan afirmó que lo que emplearon los policías fueron «botes de humo y bombas de pimienta», y aseguró que lo hicieron para responder al lanzamiento contra las autoridades de «ladrillos, botellas de agua helada y líquidos cáusticos», a pesar de que las cámaras de numerosos medios no captaron ningún choque semejante.
En cualquier caso, el suceso pareció inyectar fuerza a los manifestantes, que, ante la imposibilidad de acercarse a la Casa Blanca, se extendieron hasta el histórico monumento a Lincoln, donde el reverendo Martin Luther King Jr. dio su célebre discurso «Tengo un sueño».
DONDE HABLÓ MARTIN LUTHER KING
Sentados al pie de la escalinata que lleva al monumento, los manifestantes se mantuvieron en silencio y después, al filo del comienzo del toque de queda de las 19:00 (23:00 GMT), pronunciaron una oración mirando a decenas de efectivos de la Guardia Nacional, que les contemplaban desde lo alto de las escaleras.
Barr, el fiscal general, advirtió de que la presencia de agentes federales se reforzaría todavía más este martes, aunque no se refirió a la amenaza de Trump de sacar a «miles y miles de militares» a las calles de Washington.
El Pentágono ha desplegado a policía militar en activo del Ejército de tierra y a ingenieros de combate en las cercanías de la capital por si fuera necesario enviarlos a la zona de las protestas, según fuentes oficiales citadas por varios medios.
Las imágenes de multitudes también se repitieron en Los Ángeles, Boston, Houston o Nueva York, donde el toque de queda, el primero en la Gran Manzana en casi 80 años, se adelantó a las 20:00 (24:00 GMT), después de que el lunes el grueso de la violencia comenzara justo al anochecer.