Las plantas de carbón
La protesta de algunos vecinos de Peravia contra la anunciada construcción de unas plantas para la generación de energía sobre la base del carbón mineral debió de haber tenido mejor suerte.
Cuando al final de los años 80 del siglo pasado una parte de la comunidad política, organizaciones sociales y el vecindario de Los Mameyes repudiaban la construcción del Faro a Colón, denunciaban el monumento como inútil y oneroso. De todos modos fue construido y allí está, por cierto, oneroso e inútil.
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He traído al cuento del Faro a Colón porque puede ser tomado como muestra de la cerrazón de un Gobierno en la materialización de un proyecto llamado a gravitar en la vida de los otros, traerles ruina económica y de la salud sin que los administradores de la vida pública se sientan amenazados.
Para ellos suele ser bastante una comisión por contrato, la buena fama derivada de las obras útiles y a veces ambas a la vez.
Mi ignorancia puede llegar a ser grande, hasta muy grande, en asuntos energéticos. Ahora, puedo afirmar como si fuera un sabio, que la crisis, el problema energético o como quiera llamársele a nuestra incapacidad para dar un servicio eficiente y para pagarlo, no serán resueltos con una, dos o cuatro plantas térmicas de carbón o de cualquier otro combustible.
Esto sólo será cambiado cuando desde la vida pública y la privada se alcance la conciencia de que producir un kilo de energía y ponerlo en las redes cuesta dinero y que quien se lo roba se está recostando de quienes pagan su consumo o los impuestos de donde los gobiernos sacan el dinero para subsidiar a quienes no pagan, ricos o pobres.
Según algunos memoriosos, los apagones se naturalizaron dominicanos allá por el año 71 o 72 del siglo pasado. Y dicen, además, que los políticos (administradores de los asuntos públicos, que entre nosotros es lo mismo), construían urbanizaciones y les regalaban a los beneficiados el agua y la electricidad. Ahora nadie quiere pagar.
El presidente Danilo Medina ha dicho que dejará resuelto el asunto energético y ha cifrado en plantas de carbón mineral el cumplimiento de este decreto.
El Presidente no va a cambiar al pueblo dominicano, como consecuencia, no va a conjurar los apagones. Puede, esto sí, dejarles a vecinos de Punta Catalina, a los de Baní y de San Cristóbal, una peste capaz de arruinarlos como personas físicas y sociales si finalmente materializa su fórmula de solución energética sobre la base del carbón mineral.
El Presidente debe de tener, junto a los informes de inteligencia sobre la eficiencia de esta tecnología, otros bien ponderados sobre su perjuicio, y si es así, ¿por qué jugar esa lotería?
Ninguna comunidad se merece un experimento de este tipo, menos los buenos vecinos de Punta Catalina, de Baní, de Peravia entera, quienes pueden estar sacándose un pasaje al infierno el mismo día que cualquiera de estos artificios produzca el primer kilo de energía.
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